LA ÚLTIMA PESCA
25 de agosto de 2009.
JNSR:
Mi dulcísimo Señor,
Perdón y Misericordia para nosotros, pecadores.
Yo Os
agradezco, mi dulce Jesús, por esta inmensa Gracia que Vosotros dais al Mundo y
por haberme escogido para transmitirla.
Yo
ruego a Vuestro Dulce Corazón que guarde en Vuestro Divino Sagrado Corazón a
aquellos que, conmigo, aún deben continuar la Obra de DIOS, a través de los
libros que todavía se podrán escribir, por Vuestra adorable y santa Voluntad
Omnipotente.
JESUS:
Tú debes alertar a aquellos que son escogidos para
continuar y para obedecer, porque la elección viene del Padre de toda Bondad, a
fin de que, con la lectura de esta Obra Divina, algunos se conviertan y caminen
por los pasos de DIOS.
Cada alma, que Me hace la Gracia de esta obediencia, se
llama un pescador de hombres y, con la misma red, cada uno pescará esa cantidad
que le es asignada, y Yo Mismo le diré: “Dichoso tú, que haces fructificar esta
pesca, que es la última que se hará en el nombre del Señor”. Y he aquí que las
redes son lanzadas.
Yo contaré los peces que están en cada red. ¡Dichoso ese
Patrón que tiene tan buenos pescadores de hombres! Dichoso vuestro DIOS que
cuenta ya con Sus buenos obreros, porque
el mar es inmenso, y la pesca es como una marea alta. Puede organizarse
sólo ahora, porque DIOS todavía saca provecho de esta marea que Le aporta las
cantidades deseadas de esos peces, que no hacen sino escaparse una y otra vez
de las redes que regresan hacia la
orilla, desbordantes de peces de
todos los tamaños y de todas las clases deseadas. Pero la cuenta varía de marea
en marea.
En esta última marea, el número no ha sido todavía
alcanzado. ¿Vendrán esos grandes peces que el Maestro espera en la orilla?
Ellos son esperados como los últimos, porque no pudieron entrar en la red,
completamente llena de peces menudos, y de otro tamaño siempre inferior al de
esos enormes peces que el Señor espera.
Entonces, el Maestro mira hacia el horizonte, por donde
en sol comienza a aparecer. Los rayos están por calentar las corrientes y ya la
espuma de las olas adorna las playas, que permanecen transparentes. Este es el
último momento. El viento invita al mar a retirarse, y es en este momento
cuando la última pesca terminará, cuando el horizonte resplandezca con miles de
luces.
El Señor anuncia a todos Sus obreros, a todos Sus
pescadores de hombres, que al son de Su última trompeta, todos deben detener el
trabajo para dedicarse a contar los peces.
Esta pesca, que no parece cien por ciento fructuosa, ¿se
hará tal al son del último llamado? Así, lo que va a suceder, lo sabrán algunos pescadores de
hombres, con el Señor siempre en la orilla creciente.
Esos grandes peces, para la inmensa mayoría, los
comedores de hombres, temen el juicio que se prepara y ven, de lejos, la mirada
penetrante del gran Amo. Entonces no se atreven a acercarse más.
El Señor comienza a levantar Su brazo para llevar la
trompeta a Sus labios que piden aún
al Padre que les perdone. Y antes de que el sonido entre en contacto con el
aire, las cabezas de los grandes peces aparecen entre las últimas olas.
Entonces, la última de todas, arrastra a los rezagados, todos aquellos a
quienes las personas buenas y sensibles, no esperarían más sobre la orilla, salvo DIOS, que espera incansablemente,
El, el Misericordioso Señor que perdona, aún sobre Su CRUZ, a los ladrones, ¡al
Bueno y al Malo!
Sed, vosotros también, buenos y caritativos como vuestro
Señor Jesús.
Rezad, rezad, rezad a Jesús y a María por los pobres
pecadores.
Jesús y María, en oración.
Amén.
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