LA AUDACIA NO SE LLAMA DESOBEDIENCIA A DIOS

11 de agosto de 2009.

Santa Clara

 

 

JNSR:

            Señor Bien-Amado, yo escucho Vuestra Santa Palabra. Habladme. Yo Os lo agradezco.

 

JESUS:

            Si se te habla, si se te pregunta, habla sobre lo que Yo te hablo. Infórmales.

            Hoy, Mi Palabra abunda y debe fructificar, porque Ella viene del árbol de la Verdad y Ella es alimento, pues Ella es el fruto del Cielo que desciende a la Tierra, hambrienta de Mi Palabra.

            El Mundo pasa a ser ese abismo donde todo se traga, tanto lo bueno como lo malo, porque nadie sabe apreciar los frutos de DIOS.

            Mi Palabra no es digerida aún y ya vosotros volvéis a pedir  una y otra vez, otra palabra, aun cuando cada una contiene Todo lo necesario. Ella pasa como el ave que emigra: “Al elevarse hacia otros cielos, ya está olvidada”.

            Si vosotros hicieseis caso de cada Palabra, os sentiríais saciados con la precedente. De hecho, es como la madre de familia que recoge la mesa con los asientos todavía ocupados. Vosotros malgastáis hasta el propio don de DIOS. Y si no prestáis atención alguna a cada Palabra, si esta no hace más que regresar a Mí vacía de vuestro amor, ¿cómo DIOS va a continuar confiando Su Palabra al viento del Espíritu? ¿Por qué seréis tan incrédulos, hombres de poca fe?

            La boca que os informa está todavía llena de la miel de Mi Palabra y ese corazón vuelve a encerrar Mi Tesoro. Sólo DIOS posee la llave para depositar la riqueza de Su Palabra y cerrar esa puerta a todos aquellos que no se regocijan con ella.

            Vuestros corazones, tal como un agujero, no pueden retener Mi Santa Palabra, y DIOS Se cansa de vuestra indiferencia.

            Ya se hace demasiado tarde para actuar con vosotros, los que Me rechazáis la escucha, dispersando todo el interés que Yo despierto en aquellos que pueden escuchar, no sólo los del Pueblo, sino también en los que gobiernan estos Pueblos y que pueden encontrar la Paz, justamente donde ella podría comenzar: “En vuestros corazones”.

            Yo hablo a Mi Iglesia, a quien Yo he dado Todo Poder para defender “Mi Palabra”. Sólo ella puede actuar, abriendo los corazones más endurecidos. Ella tiene Mi Autoridad. Mi Iglesia es friolenta y miedosa; ella es de mármol, para tomar las decisiones que le llegan del Cielo, porque sabe, en el fondo de su corazón, que Yo le hablo a través de aquellos que tienen el mérito de transmitirle Mis deseos más queridos, así como Mis sagradas directrices.

            Todo este nuevo Pueblo de jóvenes Sacerdotes que se adelantan, ha recibido Mi educación, tan virgen como el Padre Me la ha transmitido, porque Yo soy el Sacerdote por Excelencia y ellos lo saben, y la Palabra que Yo les trasmito por boca de Mis VERDADEROS Mensajeros, “ellos la reconocen”, porque todo lo que sale de Mi boca es tres veces bendito por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu, que transmite toda nueva del Cielo a través del velo de la discreción divina, con el que Yo envuelvo a Mis VERDADEROS Mensajeros.

            Yo os pido que vengáis a Mí. Cuando el último sello salte de ese sobre divino, que ha estado cerrado hasta ese día en que los Ángeles os lo anunciaren, será necesario leerlo e, inmediatamente, ponerlo en práctica, porque él viene a cumplir lo que el Padre espera, desde toda la Eternidad, de Su Santa Iglesia.

            Este sobre vendrá hasta vosotros, hijos benditos del Padre, “Sacerdotes de la nueva generación”, que será bella como su Maestro, joven y eterna, para instruir a los hijos que están, como el rocío de la mañana, ávidos de vivir en el Jardín maravilloso del Señor de este nuevo Paraíso, donde todo es como esa eterna juventud, donde no existe más que AMOR y Alegría, porque Aquél que os la ofrece no conoce el Mal. Todo el Mal ya habrá partido, para no volver a perturbar más la PAZ de DIOS.

            Hijos de Mi Divino Sacerdocio, escuchad la Palabra Viva de vuestro Maestro y Señor.

            El miedo no sirve para nada. La audacia del Sacerdote no está en la desobediencia a DIOS, y no viene del hombre que aún está un poco en vosotros. La Audacia está en desafiar todas las fronteras que los hombres han levantado entre ellos, ellos que son los hijos del mismo Padre y no enemigos.

            La Audacia está en actuar, escuchando la Palabra del Cristo Vencedor que os dice: “Yo he vencido al Mundo”. Yo vengo a daros Mi PAZ.

            La Audacia no está en lanzarse a un combate donde el fuego y la pólvora de los cañones dominan.

            La Audacia no se llama desobediencia cuando se desafían todos esas prohibiciones que impiden que la solidaridad se cumpla, porque la ley todavía es la del más fuerte, esa ley que expulsa al exilado al mar, para que regrese a su país de origen, donde no se encuentra ni pan, ni agua, donde la sangre mancha hasta la cama del más pobre, y donde yace aún el hijo asesinado por los enemigos de la PAZ.

            La Audacia consiste en defender el AMOR del Cristo, que no pide más que una cosa:

AbridMe la puerta de TODOS los corazones.

HacedMe amar por vuestros hermanos”.

 

            La Audacia es aquella que guió a San Pedro: “Vale más obedecer a DIOS que a los hombres”. Sólo DIOS puede, todavía, reparar el barco que comienza a llenarse de agua y que está en trance de hundirse.

 

“Vosotros sois vuestro propio enemigo, al desobedecerMe”.

 

            En este Tiempo de la última elección, la Alegría de JESÚS Resucitado puede verse aun a través de esta violencia y de esta miseria desesperante:

·         En los bosques aún en pie, verdes, haciendo palidecer al enemigo de DIOS,

·         En los niños pequeñitos, que siguen riendo y jugando,

·         En esas mamás que protegen su embarazo y en esos pobres papás que defienden su trabajo, porque la familia, que sigue viviendo, es la Esperanza misma de que la Tierra Nueva está muy cerca de nosotros, para acoger a todos los hijos de DIOS.

 

Yo SOY la Esperanza.

Jesucristo.