QUE LA PAZ DEL SEÑOR ESTE CON CADA UNO DE VOSOTROS

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Sábado, 24 de mayo de 2008.

 

 

JESUS:

            Ellos marchaban desde… ¡nadie sabe desde cuando! Pero no se les veía fatigados, ni cansados. Ellos cantaban, reían, la Alegría y la Paz de Dios estaba con todos esos niños, entre los cuales, los mayores no podían haber pasado de los 15 años. Ellos eran hermosos, con la belleza de la Inocencia. Venían de todos los rincones del mundo y, a medida que marchaban, se iban juntando.

            Ellos sacaban esa fuerza del aire, y ese aire era, realmente, su sola fuerza, su solo alimento. No tenían ningún equipaje y no se preocupaban por nada. El aire los conducía. ¿Pero cuál era ese Viento ligero, esa suave brisa que los envolvía?

            Era esa brisa la que los había puesto en camino. De cada grupo, llamado en un momento dado, habían salido algunos de entre ellos, y se habían juntado para formar su propio grupo. Luego los grupos se juntaban, se confundían y avanzaban para unirse a otros grupos reunidos sobre el mismo camino.

          Y cuando los adultos les detenían para preguntarles de dónde venían y hacia dónde iban, la respuesta era dada por todos, a una sola voz: “¡Haceos como niños pequeños y seguidnos!”.

          Entonces, el Espíritu Santo, esa brisa que los conducía, los alimentaba y que era su Fuerza, Se puso a invitar a los otros, los adultos que, estando dispuestos a seguirlos, se unían a esta marcha.

          Cada adulto se vio entonces tal como él era y avanzaba hacia los niños que seguían, felices, su marcha.

            No todos estaban dispuestos y algunos rezongaban, no queriendo dejar su casa, sus bienes y temiendo el cansancio de la marcha. Entonces el viento ligero, la brisa se volvió una Voz:

            “Yo soy el Espíritu de Dios. Yo soy Dios, Único y Verdadero. Ninguno podrá seguir esta marcha de Liberación si otro interés diferente a Mí, el Dios Justo y Misericordioso, habita su espíritu. Vuestra Liberación de la esclavitud del pecado es vuestra propia elección. Quedaos, Yo os doy tres días para reflexionar”.

            Durante esos tres días, ellos se vieron en una profunda oscuridad. La noche les rodeaba, su espíritu era como una negra caverna, profunda, donde sólo entraban falsas esperanzas. Ninguna luz, ninguna vida. A tientas, buscaban la salida, la puerta de su casa. Desgraciadamente, la oscuridad era general, sólo veían a lo lejos esa Luz que se alejaba para siempre.

            Entonces, algunos despertaron de ese sueño de muerte y se miraron hasta gritar: ¡Esperadnos, esperadnos! Así, en el fondo de su corazón, su despertar fue brutal: vieron pasar ante sus ojos todas sus faltas de Amor; su negligencia apareció en primer lugar ante sus ojos. Tuvieron miedo y se vieron abandonados.

            Entonces, como a Jonás después de su mala decisión, Dios los saca de este mal refugio y ellos recorren el camino que los separaba de los primeros, en medio de las más duras pruebas, que aumentaban, en la medida de su lentitud para elegir a Aquel que ES el Camino, la Verdad y la Vida. En Su Santa Misericordia, Dios los conducía y ellos se juntaron con los primeros. Así, al contacto de esta primera Purificación, ellos fueron embargados de tal alegría que se pusieron a decir al Señor:

            “No abandonéis, Señor Dios, a aquellos que permanecen aún detrás de nosotros, ¡ellos no saben lo que hacen!”. Estas mismas Palabras de JESUS a Su Padre, tocan el Corazón lleno de Amor de Nuestro Cristo JESUS, Bendito entre todos los Ángeles y los Santos del Paraíso y allí, se produce, para todos los hombres de la Tierra un aviso, un despertar, una metamorfosis ofrecidos por la Grandeza de Dios, el Eterno y Único Dios del Cielo y de la Tierra: todos los hombres, de todas las razas, se unirán entre ellos y con Dios, para vivir la segunda experiencia que la Tierra espera. Todos se hacen UNO, como el Padre y el Hijo son UNO, unidos al Espíritu Santo que da testimonio de toda Eternidad.

            La Tierra se unió al Cielo y hubo entonces el Reino de Dios en la Tierra, pues la Nueva Jerusalén descendió del Cielo y todos fueron al Encuentro de Dios, tres veces Santo, que vino a habitar con todos Sus hijos del Cielo y de la Tierra, los Vivos del Cielo y de la Tierra.

            La Familia de Dios fue, en ese momento, eterna con Su Dios Único y Verdadero. No hubo más luchas, más muerte, porque Dios era Uno en todos. Palabra del Señor para pronto.

            Hija Mía, Yo te bendigo por haberMe dado tanto Amor y tanta Alegría.

 

Tu JESUS de Amor.

            Tú puedes bendecir a tus hermanos en Mi Nombre, Yo te lo permito porque eres sincera. No tengas miedo, Yo estaré siempre contigo, así como tu madre María y todos tus hermanos que ya están Conmigo. Pequeño pajarillo, Yo te amo.

JESUCRISTO, el Bienamado

de los Santos y de los Ángeles de Dios.

Amén, Amén, Amén 

Amor y Alegría de Dios para Su Tierra.