SEGUNDO SUEÑO

*******

 

Noche del 1 al 2 de junio de 2007.

 

 

JNSR:   Este es un sueño sorprendente. Yo partía de mi casa con un niño que yo tenía en los brazos. El era ya bastante crecido, cerca de 5 años. Era pesado, pero yo podía llevarlo, como una cruz en mi pecho.

            Me sentía como llamada a salir de mi casa. ¿Para ir dónde? Yo no sabía, pero debía ir. Había una multitud de personas por todas partes, no se podía caminar por las calles. Yo me dirigía hacia la ciudad. Pienso que allí había una gran conmemoración, algo extraordinario en la Iglesia. Todo el mundo iba hacia una inmensa catedral. No se podía caminar por las aceras, ni siquiera poner un pie en ellas. Toda esa gente corría hacia la inmensa catedral, cuya torre sobrepasaba a todos los edificios; ella se hallaba en lo alto.

            Los transportes tenían dificultad para circular y los que avanzaban hacia ese punto, estaban completamente llenos, aún así, las personas seguían entrando en los que se dirigían hacia el centro de la ciudad.

            Allí, yo perdí mis llaves y debía regresar a mi casa. Después de este baño de gente, yo volvía sin saber nada más. Con algunas personas desconocidas, yo decido regresar a mi casa. Mi madre, ya fallecida, estaba conmigo y contaba a todas esas personas la vida de una prima muy infeliz, pero yo no conocía, ni a esta prima, ni el relato incoherente que se hacía de ella.

            Era muy fatigosa, la incesante búsqueda de todas esas vías, para poder regresar más rápidamente a nuestra casa. Primero, una parte del camino en un tranvía, después en un autobús, otras veces a pie. Siempre con el niño sobre mí. Después, en un carro, el último que, seguramente, nos conduciría lo más cerca posible de mi casa, de mi vecindario, sin poder llegar a él completamente. Yo grité: “Pero, ¿cómo entrar a mi casa?, ¡no tengo las llaves!”. Entonces, una joven, sentada en el lado derecho del carro, casi delante de mí, me dice: “¿Es éste su juego de llaves?”. Sí, eran mis llaves las que ella tenía en sus manos. ¡GRACIAS, Dios mío!