DE ADAN A JESUS, HASTA VOSOTROS

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17 de mayo de 2007.

La Ascensión

 

 

JNSR:   Desde la medianoche hasta las 3:00 AM, Nuestro Dios de Misericordia me ha permitido ver, sobre la pared de mi habitación, justo frente a mi cama, dibujarse una escena describiendo lo que fueron los primeros hombres, nuestros ancestros, existentes desde hace miles de años, comenzando por Adán y Eva. Yo no dormía.

            En Su mano, el Eterno tomó del suelo un puñado de barro, compuesto mayormente de polvo. Dios forma al hombre, le insufla Su propio Aliento en su nariz. Su alma se torna viva, animada por el Soplo Divino, que no es otro que el Espíritu Santo y en seguida, su cuerpo fue formado a Imagen de Dios.

            El hombre recibió un cuerpo glorioso. Después de haber dormido a este hombre, el primero, que recibió el nombre de Adán, el Señor le retira una costilla, con la que forma a su compañera, a quien da el nombre de Eva. Ellos vivieron bajo la Mirada benévola de Dios, por largos años, dichosos y satisfechos, hasta el día en que, tras haber cometido la falta imperdonable de la desobediencia al Todopoderoso, ellos se sintieron culpables, ellos no tenían más la amistad de Dios, y fueron expulsados del Paraíso terrenal…

            Ellos se encontraron en medio de una tierra inmensa, solos, abandonados, avergonzados de su nueva apariencia, que hasta entonces les era desconocida. Ellos se vieron desnudos y a su lado se encontraban pieles de animales despedazados por Dios. Se cubrieron inmediatamente con ellas. En el aire, resonaban todavía las Palabras que el Eterno dijo a Adán, al expulsarlo del Paraíso:

            “La tierra será maldita por causa tuya, con trabajo comerás de ella. Con el sudor de tu frente comerás el pan, todos los días de tu vida, hasta que vuelvas a la tierra de donde has sido tomado, ya que polvo eres y al polvo volverás”.

            Eva escuchó igualmente, la sentencia que se dirigía a ella:

            “Tú parirás con dolor y tu marido dominará sobre ti”.

            Dios no tiene necesidad de Su Palabra para comunicarSe con Sus elementos: toda la Creación puede escucharLe por “el espíritu-ESPIRITU”. Pero El quiere que el hombre comprenda lo que hace. Así Le comprendieron los Apóstoles, cuando El ordenó al mar calmar su furia: los elementos obedecen a Dios.

            Entonces, después de haber escuchado lo que Dios había dicho a Adán y a Eva, yo le escuché hablar a Su Tierra:

 

JESUS:            “Yo te he creado llena de recursos. Todos son para la vida del hombre y su larga descendencia. Ocultos en tu suelo, hasta tus propias entrañas, él los encontrará en la medida de sus necesidades; él dispondrá de ellos en el curso de los millares de años que le son concedidos”. A la edad adulta, Yo retiraré a esta Humanidad de esta Tierra.

            Esa será la última generación que haya adquirido toda la madurez física, intelectual y psicológica, querida y demandada por Dios al hombre. Porque, a la edad adulta del hombre, no será más Adán a quien Yo tendré por responsable, sino al hombre perfecto de esta época.

            Y he aquí a este hombre, a quien Yo he dado el tiempo para perfeccionar su inteligencia, el tiempo para comprender que él no puede hacer nada sin amar a Dios, su Creador, y a su prójimo como hermano suyo. El no está satisfecho con destruir Mi Patrimonio, dado para todas las generaciones de la Humanidad, que él se permite abolir las Leyes de Dios, creando así la inestabilidad de este Mundo, instituyendo en su lugar leyes humanas abominables, en esta sociedad permisiva, para matar a la familia, a la Patria, borrando a Dios.

            Entonces, el príncipe maldito de este mundo ha visto su partida ganada. Todos los días, él cuenta los adeptos en sus filas, porque el hombre no cesa de desobedecer a su Dios Misericordioso, y de profanar lo que es santo. Y vosotros todavía Me decís: “¿Dónde está Dios, por qué nos abandona en esta miseria?” Vuestra Humanidad es la única responsable de la situación actual, que no deja de agravarse.

            Vosotros no tendréis protección contra el fuerte calor del sol, porque la negligencia del hombre va a lograr destruir completamente la capa de ozono, esa protección natural que hace de pantalla entre el fuego del sol y la Tierra. El hombre ha contaminado el aire debido a la degradación del ambiente, causada por el empleo excesivo de productos químicos, deshechos industriales o domésticos indestructibles, y el exceso de los gases de combustión. La tierra sufre la misma suerte. Ella se asfixia con el uso excesivo de pesticidas y de abonos, y por los cultivos intensivos, que no la dejan reposar. El suelo, que se agrieta por la sequía, se torna impermeable hasta al propio rocío y ya no permite más cultivos.

            El agua será cada vez más escasa. De preciosa, ella pasará a ser pobre. Poco abundante, ella perderá hasta sus sales minerales y no aparecerá sino en ciertos lugares de la Tierra, lo que ocasionará luchas para apropiársela y destierros suplementarios buscando de nuevo el agua para beber.  En algunos sitios, las fuentes se secarán y, en otros, las inundaciones, por las lluvias continuas, no habrán de parar hasta haber logrado destruir ciudades enteras y diezmar las ya debilitadas poblaciones.

            Los mares, los océanos furiosos con sus olas desmesuradas, se arrojarán sobre las riberas de los países costeros y de las islas. Al retirarse, las huellas que dejarán serán crueles, los suelos estarán salados y no se verá más que cadáveres de hombres, animales y cascos de embarcaciones fuera de uso.

            La situación climática de la Tierra no es tranquilizadora, ni para los hombres, ni para los animales. El equilibrio del mundo está amenazado por todas partes. Por eso Dios, en Su Santa Misericordia, viene a advertiros. La degradación de vuestro planeta es general y muy inquietante. Los Signos de los Tiempos están ahí.

            Vuestra generación ha desestimado todas las reglas para preservar el equilibrio del mundo y la primera Ley es esta: Adorarás a tu Dios con toda tu alma, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

            La primera Ley, que habéis olvidado, es la del Amor, que domina a todas. Por ella, se tiene respeto a la vida, a la propia Tierra y a cada uno.

            A causa de los desequilibrios que subsisten sobre toda la Tierra, agravándose sin cesar, comprenderéis que Dios viene pronto, para salvar a Su Pequeño Resto. El tiempo de espera, aunque ya sea corto, os permitirá reflexionar sobre las palabras de Dios y poner en orden ciertas cosas, por el bien de vuestro entorno y por vuestras almas, que han olvidado el Respeto a las Santas Leyes de Dios, el Respeto por la vida, que es tan preciosa para el Eterno y para la Santísima Madre de Dios y de los hombres.

 

Toda la Creación debe volver a entrar en Dios.

           

            Viene el tiempo en el que Yo he decretado Mi elección. Viene la hora en que todo se detendrá para entrar en Mi Tiempo, que no termina.

            La Tierra termina su trabajo de alimentar a la última generación que el Señor del Universo le ha confiado. La Nueva Tierra aparecerá, resplandeciente de Santidad, con un Cielo Nuevo que la recubre con Su Amor, apaciguador, como el Gran Día de la Nueva Resurrección, para todos, en el que Dios regresa para envolveros con Su Amor Eterno. La Omega se aproxima a vosotros.

            El Conocimiento de Dios llenará, en primer lugar, toda la Tierra. Vosotros volveréis a encontrar vuestra identidad fundamental. Si miles de años no os han inducido a ser mejores, Yo soy el Socorro de la última hora.

            Llega el tiempo en que Nicodemo tendrá la respuesta para todos: nacer de nuevo. Es también el del Evangelio del Hijo Pródigo, perdonado porque, arrepentido, él regresa al Padre. Entonces él será más espíritu que carne, porque los hijos de Dios, se asemejarán todos a su Padre. Tal será la nueva identidad de los hijos perdonados y amados. Vosotros seréis a Imagen de JESUCRISTO.

            Habrá sido preciso atravesar la gran llanura de las edades, después del origen del Mundo, para oír a Dios deciros: “¡y he aquí que Yo vengo!”. Amén. Ven Señor JESUS.

 

El Divino Sagrado Corazón os habla.

JESUCRISTO.

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