LA MARCHA DEL TIEMPO

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Domingo, 6 de mayo de 2007.

 

 

JNSR:  Esta mañana, yo escribo para Nuestro Dios de Misericordia. Yo siento que nosotros hemos desatendido lo que El nos pide escribir y que, por ello, nosotros retardamos la marcha de su Plan y quedamos detenidos.

 

JESUS:            Eso es verdad, hija Mía, que en el momento en que comienza el relato que Yo te he dado, la Tierra estaba vacía y el Pueblo de Dios era nómada, pero viviendo en la búsqueda de una ley esencial de vida comunitaria, a fin de alimentarse, vestirse, abrigarse.

            No se trataba de salvajes. Ellos estaban bajo la Mirada de Dios, invisible, pero Presente en sus vidas, como lo está para vosotros. Ellos temían a ese Dios desconocido, a quien ellos ofrecían todo género de cosas, que ellos consideraban preciosas: maderas, piedras, incluso monumentos de piedras amontonadas. El sol les daba miedo, la luna también; pero su respeto por esos grandes astros del cielo no era una adoración.

            Ellos estaban en busca de Dios, ese Gran Desconocido, a quien ellos temían y buscaban para su protección, porque ellos estaban expuestos a todo, el intenso frío, el hambre y la enfermedad. Ellos fueron los primeros en sufrir las consecuencias del Pecado Original de sus primeros padres.

            Adán había sido sacado del suelo y, por él, todos vosotros habéis recibido el Soplo de Dios, que es Espíritu Santo. Vosotros no podéis llamar salvajes a los primeros hombres pues, con ellos, vosotros sois hijos de Dios.

            Lo que Yo te he dejado ver, es la Humanidad después del origen, abandona a si misma: “Vosotros ganaréis vuestro pan con el sudor de vuestra frente”. Yo os he dejado libres, y tal es, todavía, vuestra elección ¿y qué habéis hecho de esta Libertad? Vosotros habéis hecho de la Tierra vuestra esclava. Vosotros continuáis errando sin encontrarMe. Ahora bien, Yo no Me escondo, pero una barrera sigue levantada, todavía, entre vosotros y Yo: la avidez del poder y del dinero, del orgullo y de la vanidad.

            Así, Yo os digo: lo que Dios os da, no puede ser rechazado. Tal es la marcha de Mi Plan dado a los hombres. Es por eso que Yo detengo este libro un momento.

 

JESUCRISTO, Señor de la Historia.

 

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