EL DOLOR DE MI SAGRADA CABEZA
*******
22 de noviembre de 2006.
JESUS: Yo he dicho: “¡Benditos
sean aquellos que perseveren hasta el fin!”
Hija Mía, Yo te he prevenido de que el camino que seguirán Mis
verdaderos profetas, será el mismo que Yo tomé para ir hasta el Gólgota. Esto
es, Mi Camino de Cruz.
Vosotros acabáis de
pasar por el camino de las aclamaciones. Los gritos de entusiasmo son
reemplazados por los abucheos. Los gritos de hostilidad van a llegar hasta el
escarnio. No tengáis miedo: vuestro
Modelo pasó, antes que vosotros, por el mismo camino.
Yo no tuve una corona
de oro porque, para ellos, Yo no tenía ningún mérito para este metal precioso;
y ellos cubrieron Mi Sagrada Cabeza con una corona de espinas que laceraban Mi
cabeza y la sangre corría hasta cubrir Mi mirada que, a pesar de ello, bendecía
las filas de Mis enemigos. Estos aumentaban, a medida que el Inocente subía
hacia el Trono que Me habían
preparado, pues el Rey de los Judíos, coronado de Espinas, no podía pretender
más que al Trono de
Así mismo, hija Mía,
todavía Yo soy considerado de la misma manera: Mi Nombre Santísimo, Mi Nombre
que salva, Mi Nombre por el cual Yo quiero salvaros, no merece ser grabado
sobre un metal precioso. ¿Por qué razón no habría de ser Dios quien os lo pide?
He aquí como el propio Moisés os lo
puede confirmar, con su testimonio a través de
Hija Mía, el escándalo está en dudar de los
textos que Yo te doy, porque ellos estiman, todavía, que Mi Nombre no puede ser
escrito sobre un metal precioso. Nada les obliga, pero la más pequeña duda es
aún una espina que no se puede
arrancar de Mi Sagrada Cabeza.
Vuestro JESUS de Amor. †
† † †
JNSR: este texto del Señor
responde a la pregunta de una persona que, después de leer el primer Mensaje
del 1º de noviembre de 2006, estimó que sería muy oneroso para algunas
personas, hacer grabar el Nombre de JESUS sobre una medalla de ORO.
Y
Nuestro Señor nos invita a releer en el libro del Éxodo 37, la descripción del
Arca de
TODO
era de oro puro, o de madera de acacia revestida de oro puro. Del oro ofrecido en
profusión en el desierto, por los Israelitas, en respuesta a la petición de
Moisés, que obedecía así a las órdenes de Yahvé.