LA ALEGRIA DEL HOMBRE ES LA GLORIA DE DIOS

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28 de octubre de 2006.

 

JESUS: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu pensamiento”. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No penséis en los pobres antes de pensar en Dios, porque así, ¡es en vosotros en quien pensáis todavía! Y esa obra, que es una obra de hombre, no puede asegurar más que la supervivencia. San Juan os transmite Mis Palabras: “Vosotros siempre tendréis a los pobres con vosotros, pero a Mí, no Me tendréis siempre”. (Jn 12, 8).

            La alegría del hombre no puede venir más que de la Gloria de Dios. ¡Cómo podéis creer que vuestra generosidad baste para salvar un alma, si vosotros os abstenéis de hablar de vuestro Salvador!

            Derramad el Amor, haced de quienes os escuchen, hijos aún más amorosos y más atentos que vosotros mismos, a fin de que ellos os adelanten un día, en esta carrera de relevos, para que la acción prosiga con una eterna frescura de la voluntad del Amor, para ir siempre más lejos y más fuerte.

            No olvidéis que vuestra vida debe ser aspirada hacia la Eternidad por el Amor de Dios. Ella no debe hacerse prisionera de este mundo; no condenéis vuestro cuerpo espiritual, que es la Carne de vuestro espíritu. Creed en vuestra Resurrección; que vuestra Esperanza esté fundada en Mi Resurrección.

 

Difundiendo Mi Amor por todas partes,

vosotros sembráis la Esperanza cristiana.

 

            Alejaos del fanatismo y repartid por todas partes la Esperanza. ¡La Fe llega con la Esperanza! Catequizar, es sembrar la Esperanza. Este es el deber de aquél que, como Vuestro Señor y Dios, desee un Mundo de Amor, de Paz, de Participación. El Triunfo sobre el Mal se hará con vosotros, todos juntos, porque todos estáis ligados entre vosotros y porque todo está atado a Dios.

 

JESUCRISTO, el Hijo Único del Dios Vivo,

es la respuesta a todos los que buscan,

a todos los que dudan.

Y para todos aquellos que buscan de nuevo a sus hermanos extraviados,

JESUCRISTO es la Gloria de Dios Padre.

 

            Relee a San Pablo (Fil 2, 6-11):

                        6 El, que era de condición divina,

                        no reivindicó el derecho

                        de ser igual a Dios;

                        7 antes Se despojó a Sí Mismo,

                        tomando la condición de siervo,

                        y haciéndoSe semejante a los hombres;

                        y en la condición de hombre,

                        8 Se humilló a Sí Mismo,

                        hecho obediente hasta la muerte,

                        y muerte de Cruz,

                        9 por lo cual Dios Le exaltó

                        y Le otorgó un Nombre

                        sobre todo nombre,

                        10 para que, al Nombre de JESUS,

                        doble la rodilla todo cuanto hay en los Cielos,

                        en la Tierra y en los Infiernos,

                        11 y toda lengua confiese

                        que JESUCRISTO es el SEÑOR,

                        para Gloria de Dios Padre.

 

 

Amén.

JESUCRISTO,

Manso y Humilde de Corazón.

 

 

 

 

Fin de “Después del Secreto de María”