TU DIRAS EN TUS CONFERENCIAS:

“¿De qué tenéis miedo? ¡Yo estoy aquí!”

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7 de agosto de 2006.

 

JNSR:   Estos son los Mensajes para nuestro Tiempo, para ayudarnos a salir de este Tiempo y entrar en El de Dios, que no tiene ni tiempo, ni espacio, ni límite. Vivir la Palabra de Dios y ante todo, absorberla: para ello, no podemos nosotros solos, hace falta llamar al Espíritu Santo en nuestro auxilio, para que El nos conceda este poder espiritual, que sólo puede venir del Reino de los Cielos.

            Comprender la Palabra de Dios y asimilarla, exige una perfecta humildad y un verdadero Amor.

            Para Dios, nada es dejado “al azar”; este vocablo reemplazadlo por “negligencia”. Dios siempre verifica si Su portavoz es digno de Fe. Para ello, como en un examen de admisión, aquél que debe llevar la Palabra de Dios, vivirá una agonía, siempre con la Cruz. Este es el comienzo de una Purificación que va a caminar a la par de los Mensajes recibidos.

            A todo lo largo de la difusión, el camino a seguir será, igualmente, un Camino de Cruz. No el de Nuestro Señor, que nosotros no somos dignos, mas con Nuestro Señor, porque JESUS comparte todo con Sus Mensajeros-profetas.

            Desde este mundo, quienquiera que seamos, todos somos llamados a seguir el Camino de la Perfección. Esto no quiere decir que solamente aquí abajo, se gane el Paraíso. Ciertamente que, si nosotros comenzamos desde ahora a seguir las Enseñanzas de Cristo, Amor, partición, caridad, obediencia a las Santas Leyes de Dios, esto será una ganancia para la Eternidad. Pero en el Cielo se puede hacer y continuar, con Dios, la sanación de las almas. La Misericordia infinita estará tanto más en acción, cuanto el alma esté más cerca de Dios.

 

El Perdón de Dios siempre está presente,

como el Tiempo de Dios se conjuga con el Presente Eterno,

 ¡y qué bella Eternidad con Dios!

 

            Si hoy nosotros estamos allí, es para una “repetición”. Nosotros tenemos nuestros límites espirituales. Nadie es capaz de decir hasta donde somos supuestos de conocernos, hasta donde conseguimos descubrir en nosotros la Palabra que hemos oído en el momento de nuestra concepción virginal, es decir, antes de que Dios depositara nuestra alma, que es propiedad Suya, en el seno de nuestra madre biológica, donde se encuentra nuestro cuerpo en formación. Nuestro cuerpo de carne recibe, entonces, nuestro cuerpo espiritual, nuestra alma, Don de Dios.

            Puesto que nuestra alma ha vivido en Dios antes de nuestro nacimiento en la Tierra, es normal que El nos haya instruido y que, como por un imán, nosotros seamos atraídos siempre hacia El, que es el Padre de cada alma, esa parte viva, sensible e inteligente, que no puede ser sino la Imagen de Dios, Nuestro Padre Creador .

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