¿DONDE ESTAN LOS HOMBRES DE HONOR?

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25 de julio de 2006 - Santiago Apóstol

 

MARIA: Hija Mía, Yo vengo a ti. Tú has cambiado de país, de vida. Tu familia ha desaparecido, ellos ya no pertenecen a la Tierra. Tus hijos, como casi toda la juventud de hoy, ya no saben donde están los verdaderos valores. No se trata de egoísmo, ellos no viven la Caridad sino por momentos de entusiasmo. Como una nueva moda que se instaura, ellos siguen la corriente. Ellos tienen aún la fortuna de ser sostenidos por las Oraciones de sus padres, y no olvidéis que Dios tiene piedad de ellos.

            A su alrededor, no ven ejemplos como los que vosotros habéis tenido antiguamente. La Fe no ha dejado de desertar en todas las naciones, y la culpa no puede ser atribuida a Dios, que continua amándoos a pesar de vuestras blasfemias, de vuestras repetidas negligencias y de vuestro desprecio por Nuestras incesantes advertencias.

            Como una madre preocupada por esta obstinación en el mal, Yo vengo a advertiros del peligro inminente que se ha venido preparando, poco a poco, desde hace años. Aunque no lo supieseis, hoy todos estáis al corriente y estáis advertidos de que esto va a ir de mal en peor, hasta el fin de esta guerra. Ella ha sido preparada astutamente, para aniquilar a todos los seres humanos: son los hijos de Dios a quienes el Mal quiere destruir.

            Primero, el espíritu del Mal ha adormecido los espíritus, manipulándolos para invitarlos a entrar en su juego. Y el culpable no es quien vosotros creéis: vosotros descubriréis pronto a aquél que lucha principalmente contra Cristo y la Humanidad entera.

            ¿Cómo es posible que no despertéis ante los signos de vuestro tiempo? Hijitos, esta aridez perniciosa, anunciada por Mi Querido Hijo en Dozulé, no os ha despertado todavía de vuestro embotamiento. Ella persistirá. Desde que el sol abrasa tan fuertemente, ¿a quién habéis pedido la Gracia de salvar aún vuestras cosechas, de volver a ver el agua en vuestras fuentes y detener ese flagelo que atenta contra los hombres, así como contra el ganado?, porque la sequía que se instala por doquier es mortal. Los organismos no son capaces de resistir semejante prueba y las epidemias ya están en camino.

            ¡Pobres hijos! Dios espera, Dios os espera y vosotros permanecéis mudos… ¿Dónde están las procesiones de antes? ¿Dónde están los hombres de honor del Ejército, de la Ley y de la Iglesia, que no tengan miedo de volver a poner a Dios en Su verdadero puesto? Dios y Su Divino Hijo, cuya Palabra es Vida, Verdad y Camino.

            JESUCRISTO, Mi Hijo Bienamado, con Su Santa Madre, salvó al pueblo de Orán.

            El país era presa del Mal, su rápida exterminación era inminente, y he aquí que un General guió la más grande batalla de ese siglo: contra el Mal, él ordenó a la Iglesia que cumpliese con su deber de Hija bienamada de Dios. Un soldado ha conducido la batalla de la Fe. Ha avivado, a su más alto nivel, la Esperanza en Dios.

            La Esperanza que obra en nombre de todos y sobre todo: Yo creo en Dios, yo creo en MARIA, Madre de la Iglesia. El ha hecho decir a ese pueblo enfermo: “Nuestra Señora de la Salud, ¡ruega por nosotros!” Y, salvadora, el agua del cielo vino en socorro de ese pueblo. Y vosotros, ¿qué esperáis para elevar la Cruz de Mi Hijo, como El os lo pidió en Dozulé?

            ¿Deberá venir, también esta vez, un soldado a decirle a la Iglesia dónde está su deber de obediencia a su Dios? ¿O será que esperaréis, como el Faraón, sufrir lo peor, las Plagas del Mundo entero, a causa de una reflexión de hombre? ¿No veis acaso que el mundo muere…?

 

La Virgen de las Lágrimas de sangre os ha hablado.

Amén.

Elevad la Cruz sobre esta montaña de Dozulé y seréis sanados.

Amén.