JNSR: mi recuerdo de Orán

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25 de julio de 2006.

 

            Señor, nada ocurre al azar, así, introduciendo la mano en el libro que habla de Orán, como una flor rodeada de espinas, he vuelto a respirar otra vez el perfume de mi país, mi infancia, mi adolescencia, mi vida de mujer. Yo he estado muy mal y ese recuerdo nunca se ha borrado de mi espíritu; y como un perfume embriagador, cuanto más lo respiro, más siento desfallecer. Y cuanto más desfallezco, más sueño con estar nuevamente en mi ciudad natal, con todos los míos sepultados allá, mi padre y mis abuelos.

            Allá abajo, donde yo vuelvo a ver a Mi Virgen de la Santa Cruz, donde cada 15 de agosto subía con mi querido papá, las doce estaciones, con los pies descalzos, rezando y cantando.  Cumplíamos así nuestras promesas:

            “Oh, Madre de Dios y de los hombres, Vos jamás habéis desilusionado a Vuestros hijos de Orán, menos aún a quienes han solicitado Vuestra ayuda en una pena, una enfermedad o una contrariedad. Vos habéis sabido dar a todos Coraje. Como una Madre extraordinaria, Vos nos habéis acariciado y nuestra partida fue más que una muerte: Os abandonábamos, aunque Vos nos habéis seguido a Nimes y nosotros no hayamos regresado nunca a la Capilla bendita de Nuestra Señora de la Santa Cruz, Protectora de nuestra ciudad tan amada y de sus hijos, Vuestros pequeños oraneses devenidos en “pieds-noirs” (pies negros) en Francia”.

            Señor, con el corazón oprimido, yo Os pregunto por qué razón, como humo de opio, yo sigo sumergida en este recuerdo que me rasga el corazón y ¿qué puedo yo hallar en él? Trato en vano de olvidarlo. Todo lo que intento, lejos de consolarme, reaviva en mí el deseo de volver a encontrar lo que yo he perdido. Y yo me dirijo a la Virgen de mi país:

            ¿Por qué las personas que vivieron en aquel tiempo sabían comprender a nuestros hermanos sufrientes? ¿Por qué éramos más escuchados? Vivíamos todos unidos y practicábamos la caridad. Y después, de repente, todo se esfumó. Ahora, Virgen MARIA ¿dónde estáis Vos, Vos que habéis salvado a mi país de aquella peste? ¡Los hombres Os veneraban! ¿Dónde estáis Vos?

            Hoy, los hombres se matan entre ellos, sin llamar a Vuestro Hijo Bienamado y sin invocarOs, a Vos, Su Madre tan buena. ¿Qué hacéis Vos, Madre mía? Respondedme, por el Amor de la Santa Cruz de JESUS, el Cristo, Vuestro Hijo y Nuestro Salvador.