LAS SANTAS APARICIONES DE JESUS Y MARIA

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16 de julio de 2006. - Nuestra Señora del Monte Carmelo

 

JNSR:  Señor, ¿queréis hablarme para Vuestros hijos? Señor, seáis Bendito por todos los hijos que Os aman.

 

JESUS: Hija Mía, Yo te respondo. Las cosas avanzan en el tiempo, como hojas arrastradas por el viento, sin que nada las detenga. Yo te abro Mi Sagrado Corazón: él va a prepararos para vivir este Tiempo del Fin, como una escena que se representa ante vosotros, no siempre tranquila y alegre, y algunas veces, vosotros mismos sois los actores. La escena, que vosotros veréis pronto, será representada sobre el escenario del Mundo Entero, y por todos.

            Advertidos desde hace tantos años por la Santísima Virgen MARIA, por los Santos y las almas benditas del Cielo, vosotros no habéis querido hacer caso y convertiros. En el presente, los Mensajeros de la Gracia Divina, inspirados o guiados, vienen a vosotros para repetiros que se hace tarde y que es preciso cambiar de vida y seguir a Dios. Se os dice lo que resta todavía por atravesar y se os da casi la hora de la Gran Perturbación general ¡y vosotros no lo tomáis en cuenta!

            Sin embargo, os basta comenzar a desear ser mejores, perfectos y generosos. Dios os conduce por Su Camino de Ternura y de Amor, donde cada uno recibirá esa maravillosa metamorfosis. SeguidMe. ¡Ven y sígueMe!

            Ante todo, vosotros debéis combatir vuestro arrogante orgullo, que se constituye en barrera para vuestro despertar al Amor. Recibid el Don de Dios que Yo os concedo por vuestro arrepentimiento sincero: ¡Mi Perdón! Yo estoy en el Sacramento de la Reconciliación.

            Mis pobre hijos, vosotros no podéis comprender que Mi Cruz, erigida sobre el Mundo, es la Mediadora de Mi Llamado Universal, que habría resonado en lo más profundo de todos los corazones, una vez dado el SI a su construcción, por parte de Mi Santa Iglesia. Mi Cruz tiene el Poder de acercar todos los corazones al Mío, que está en el centro de Mi Santa Cruz, con el Corazón adorable e Inmaculado de Mi Santísima Mamá.

            Cómo decir a este Pueblo que rehúsa Mi Salvación, que se hace tarde, y que, sin Mi Cruz elevada por el Amor de Mi Santa Iglesia, el tiempo corre demasiado rápido. Y vuestro rechazo, mantiene en jaque la Santa Promesa de Mi Santa Gracia, que os quiere perdonar...  ¡Cómo haceros comprender que la trágica impotencia de Dios es causada por vuestra Libertad mal utilizada!

            Si, desde el más pequeño, hasta el más grande de esa Tierra, comprendieseis cuál es la tragedia de este Mundo, en el mismo instante comprenderíais que todo proviene del Sufrimiento de Dios ante la negación del hombre, que no concibe, o más bien, que no quiere admitir, que debéis obedecer las Santas Leyes de Dios y Sus Mandamientos, que son Amor nacido de Sí Mismo: Yo soy el Amor.

            Es por Amor, y sólo por Puro Amor, que Yo os he pedido “lo imposible”, para reparar vuestra falta de Amor: una Cruz Gloriosa de 738 metros. Llegado a este grado de rechazo del hombre, a esta desobediencia voluntaria, en oposición a Mi Santa Palabra, el hombre crea una ruptura del contacto con su Dios y se ve rechazado, por su propia voluntad, como Adán, fuera de la vista de su Dios y Señor.

            Como una máquina privada de corriente, que deja de funcionar, el hombre sin Dios, se convierte en un títere desarticulado. Y entonces, como en el caso de una avería de un motor, los movimientos de su inteligencia, sus reflejos, son disminuidos y a veces paralizados. Toda la vida del planeta está en trance de paralizarse.  La actividad monetaria pronto será perturbada, el mercado seguirá después y el crecimiento del comercio se encontrará en una difícil situación, sin posibilidad de salida.

            Se tendrá miedo de negociar. “Para qué”, dirán ciertos países: “ya no hay nada que esperar…”

            Las guerras destruyen lo que el hombre ha dejado todavía en pié. Por la negligencia humana, todo se derrumba. La hambruna no tendrá solución alguna, porque la ayuda de los países ricos siempre se hace esperar, y ellos mismos, de un día para otro, pueden llegar a ser como el desierto. Procurad compartir vuestro bienestar y su sufrimiento, si no, pronto, la selección se hará sola, y la miseria será también vuestra parte.

            Ningún muro, ninguna frontera, ningún ejército, podrá detener el hambre, la enfermedad y la vergüenza. Vosotros no aceptáis compartir, ayudando a los países pobres en su propio suelo, y ahora probaréis la invasión en masa, y vosotros oiréis el cañón.

            La vida espiritual es el motor de vuestra vida corporal. Vuestra vida está en Dios, que es vuestro Creador. Yo digo “Yo soy la Vida”, porque, en Verdad, vosotros no podéis nada, por vosotros mismos, si Me hacéis desaparecer de vuestras vidas. Pero el Amor no sabe sino amar. SeguidMe, Yo soy vuestro Camino, Yo deseo salvaros.

            Como todas las apariciones de Mi Santa Madre, recordándoos todavía hoy, Mi Amor Impetuoso, que se hace Ternura para unirse al Suyo, la aparición de Cristo en Dozulé os implora que os convirtáis, que obedezcáis las Leyes divinas, que améis y que perdonéis.

            Una Madre desbordante de Amor, que desciende del Cielo para salvaros, no puede ser rechazada. Nuestras apariciones muy pronto serán reconocidas, para confundir al Enemigo que paraliza todas las pequeñas voluntades humanas, volviéndolas ciegas para creer y rezar.

            Escuchad los grandes Mensajes de estos lugares santos, profetas de la Palabra de JESUS y de MARIA, Palabras de Dios.

            Sobre la Tierra, abrid las Puertas del Cielo. Aquella que ha escuchado y visto a Cristo y Le ha tocado en Dozulé, aquellos y aquellas que han escuchado y visto a la Santísima Virgen, no pueden mentir.

            JESUS y MARIA os dicen: “Nosotros hemos hablado al Mundo a través de ellos. El Cielo no puede mentir. ¡Escuchadles!

 

JESUS y MARIA del Monte Carmelo .

 

 

 

 

            JNSR: Yo, quien escribe esto, doy testimonio: ha sido en San Damiano donde la Santísima Virgen MARIA me condujo a Su Hijo, en Dozulé. Y, después, fui gratificada con aquella gran visión sobre el monte de Dozulé:

            -Yo he visto a JESUS delante de Su Cruz.

            -Después, MARÍA ha tomado el puesto de Su Hijo delante de la Cruz.

            -A la izquierda de MARIA, yo vi descender la Jerusalén celestial, toda blanca.

            Dios me ha mostrado que allí estaba una Puerta del Cielo.