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5 de febrero de 2006.
JESUS: Hija, tú que sufres por la enfermedad, la persecución
y hasta por la incomprensión, no te olvides de que Yo sufro contigo. El Mundo se olvida de su Dios y rehúsa atender a
Su pedido: ¿Por qué razón El querrá
todavía Su Cruz?
Yo llamo a Mis hijos a
seguirMe. Todos cuantos sufrís en silencio, unid vuestro sufrimiento al Mío,
que él será vuestra propia Resurrección.
El es el que os hace tocar a Dios y vivir junto a El. Vosotros sois todavía de
ese mundo antiguo, pero de cierta manera más vivos en el Nuevo, ese que no es más que Alegría. ¿Y por qué?
Vuestro sufrimiento,
como un rompe-hielos, aparta todos
los escollos que os impedían el camino y abre la puerta del tiempo y del espacio que os separa de Mí. El
sufrimiento por Amor os acerca tanto a Mí, que ya no hay más que un solo velo entre vosotros y Yo.
Quienes sufren por Mi causa viven ya las Bienaventuranzas. Esto significa
sumergirse en Mi Gloria, sí almas Mías, porque el Amor vive en compañía del sufrimiento y Yo soy el Amor.
Cuando, en lo más
terrible de Mi Pasión, Yo sufrí en Mi Cruz, Refugio del Dolor y del Amor, Yo
cerré Mis ojos bañados en sangre para veros
a todos, amados Míos. Yo vi pasar a
ese Pequeño Resto de vuestro Tiempo herido de muerte por el Non Serviam dirigido a Dios por muchos
de vuestros hermanos. Y Yo supe entonces que Mi Cruz era su causa y Me decidí a
amaros tan intensamente, a punto de hacer estallar las coyunturas de Mis
hombros que se desarticulaban, como si Yo os estrechase a todos en Mis brazos
sobre Mi Divino Sagrado Corazón con Mis últimas fuerzas.
Uniendo Mi Sufrimiento
a Mi Amor, Yo Mismo os reservé Mi más bella ofrenda, llamando a vuestro Tiempo
JESUS Vencedor del Mundo, con Mi Pequeño Resto.
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