INVOCAME, YO TE RESPONDERE
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8 de noviembre de 2005.
JNSR: Señor, fue en la noche del 6 al 7 de
noviembre, al cabo de esa noche de insomnio, desde las 10 de la noche hasta las
6 de la mañana cuando me levanté, cansada, pero a pesar de ello feliz por haber
vivido en esas largas horas una intimidad maravillosa con la
Santa Eucaristía. En
la oscuridad de mi habitación, viví con la propia Luz de Dios.
Señor, al levantarme, a las 6 de
la mañana, fui inmediatamente a escribir lo que había vivido, oído y visto.
Lamentablemente, había gran precisión en lo que escribí, pero no el Misterio
profundo que yo conocí durante esa visión. Por eso, después de tantas páginas
escritas, me siento insatisfecha porque falta lo principal.
Por lo tanto, hoy, Os imploro:
¡respondedme, Señor! Me acuerdo de Vuestras Palabras, cuando me dijisteis:
JESUS:Yo no os dejé huérfanos. Mi Presencia real se encuentra
en la Santa Eucaristía. Comer Mi Carne y beber de la copa de Mi
Pasión, es dejaros asimilar por Mí. En la Santa Misa, el Sacerdote de Dios, por las santas Palabras de su
Divino Maestro, que él mismo pronuncia, asiste al mayor Milagro viviente que se
multiplica, en cada minuto que pasa, en todas las iglesias cristianas del mundo
entero. Noche y día, la Bendición de Dios cubre a Mis Santos Sacerdotes y a los
fieles que participan en el Santo Sacrificio de la Misa.
Más aún: la irradiación del Santísimo Sacramento que
viene del Sol de Dios, Su Cristo, cubre
la ciudad o pueblo en el que se encuentra la iglesia, beneficiando a la comunidad
cristiana, tanto como a los que no Me conocen todavía, con el gran Amor de Dios
que está siempre Presente en Su Iglesia, para Gloria de Dios y Salvación del
Mundo. Si los fieles presentes en
la Santa Misa pudiesen comprender que en momento de la Consagración se produce una transformación tan
maravillosa, no dejarían nunca de estar presentes, porque Dios tiene necesidad
de Sus hijos consagrados para reconducir hacia El a todas las Ovejas
descarriadas. Vosotros sois el Cuerpo de
Cristo, el Cuerpo que no puede ser diferente de la Cabeza que es el propio Cristo. El Cuerpo del Hijo
del Hombre se encuentra en la Iglesia, pero particularmente en la
Eucaristía,
vivo, palpitante de Amor, manso, humilde, caritativo e inocente, como en Su
Encarnación adorable. Como en ese pesebre en el que Mi Santa Madre colocó a Su
pequeñito Jesús del Belén, tras haberLe contemplado, adorado, estrechado a Su
Corazón materno, luego de presentado a San José, Su Padre Nutricio. Y éste, a
partir de ese momento, Le amó, Le adoró, Le sirvió como lo habría hecho Su
propio Padre que es Dios, el Eterno.
Este Hijo, que es la Misericordia Divina, que regresa en Su Gloria para salvar al Mundo loco y
cruel, os revela el gran Misterio de la Santa Eucaristía.
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