LA SANTA EUCARISTIA
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8 de noviembre de 2005.
JNSR: Era el día de Todos los Santos en el que Dios me preparaba para recibir
este conocimiento. Bendito sea Dios, que nos ama con un Amor tan grande, que
nos abre el Libro del Conocimiento antes de la Hora. En
efecto, se hace tarde y, cuando suene la Trompeta,
todas las Ovejas, las descarriadas, tanto las dóciles como las rebeldes, deben
reentrar inmediatamente en el Redil y reunirse junto al Único Pastor, el Santo
de los Santos, Dios El Eterno.
Toda la noche del 6 al 7 de
noviembre, yo me mantuve despierta por un conocimiento maravilloso que Dios me
daba. Era la Santa
Eucaristía que yo tenía en mi espíritu y yo me
preguntaba si sería posible que ella, tan escondida, tan grandiosa, la cosa más
bella que Dios haya ofrecido a la
Tierra, para que cada uno pudiese gozar de ella y de
ella vivir ¿será posible, Señor, que Vos me deis el conocimiento de esta
Maravilla? Y esto para que yo pueda darla a mis hermanos y los haga participar
de la
Alegría tan grande que se encuentra y que se siente
en la Santísima
Eucaristía.
Hacía ya algunos días que Dios
me preparaba para recibir tal Conocimiento. Esto sucedió en mi iglesia, la de
mi pueblo. Al ir a recibir la
Santa Hostia, en la
Santa Misa, de
las manos de mi buen Sacerdote, yo pedí a mi Dulce JESUS que curase a Su hijo
Sacerdote, que aún animaba el santo Oficio de la Misa, aunque enfermo, pero muy
valeroso, lleno de Amor a Dios y siempre al servicio de los enfermos. Al tomar la Santa Hostia,
ésta se comienza a hinchar en mi boca, como si el Fermento de Dios quisiese
hacerla desbordar e, inmediatamente, me sentí invadida por una Alegría sin par
que me forzaba a sonreír, a sonreír como una Bienaventurada, habitada por la Alegría de
Dios.
Esta Hostia parecía multiplicarse
en mi boca.
Habría deseado cantar mi
alegría.
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