EL ESPIRITU SANTO OS HABLA
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30 de octubre de 2005.
EL ESPIRITU SANTO: JESUCRISTO, Hijo de Dios y Dios El Mismo, por
Su Dolorosa Pasión y por Su Santa Muerte en la Cruz, devolvió a Su Padre Su Dignidad conforme a
Sus Atributos, que mantienen la Armonía del mundo.
La desobediencia de Adán y Eva tocó la Perfecta integridad de Dios, alterando Sus Atributos y
quebrando Su consideración por causa del Pecado Original de Su primera
Criatura. Con Su Oblación, JESUS Le devolvió Su Dignidad a Su Adorable Padre,
pero, además, salvó las almas de todos Sus hermanos, volviendo a darles la Vida Eterna de la que el primer hombre había privado a todas las
generaciones pasadas, presentes y futuras, por lo que Dios pronunció la terrible sentencia de retirarle del
Paraíso terrenal, de la amistad de Dios, perdiendo de este modo la Vida Eterna.
Por un solo hombre, Adán, la raza humana se vio así
condenada; y Uno Solo, que tiene la morfología del hombre y la Divinidad de Dios, vuestro Señor JESUCRISTO, salvó las almas que, después de su
peregrinación bien vivida en la Tierra, regresan a su Creador.
Sólo una Persona Divina podría prestar a Dios Padre este memorable
Homenaje y esta Reparación, por la cual el propio Dios compensó a Su Hijo
JESUS, confiándoLe todas las almas de Sus hermanos que, a partir de entonces,
Le llaman Nuestro Dulce Señor. Engendrado,
no creado, de la misma Naturaleza de Dios.
Sólo JESUCRISTO podría reparar semejante falta, la Blasfemia
contra Dios, porque
JESUCRISTO es Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y sólo un Dios podría pagar la Deuda del Pecado, que llevaba a las almas creadas
por Dios a la muerte eterna. Dios es inmutable, de una integridad absoluta,
pero Dios ama de tal modo a Sus criaturas, que sacrificó lo que Le es más
querido, Su Hijo JESUCRISTO. Mas JESUS, que ama a Su
Padre más que a Sí Mismo, Se ofreció El Mismo, por la
Salvación de
todas las almas de Dios.
¡Por el Amor de Dios!