¡DIOS SEA ALABADO!

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18 de octubre de 2005 - San Lucas.

 

JNSR:   En la Misa, oí al Sacerdote hablar del cara-a-cara con Dios:

“Cuando veamos al Señor delante de nosotros, seremos semejantes a El. La opinión del gran Doctor de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, fallecido a la edad de 49 años, puede convencer muy bien a algunos sobre lo esencial de la Fe: el Amor incondicional de Dios, que nos ama mucho más allá de nuestras pobres esperanzas. Dios deifica tal como el fuego inflama por la comunicación de su substancia”.

Cómo no comprender que este Milagro de la Fe, Santa MARIA, Madre del Salvador, lo haya recibido antes que nosotros, criaturas insignificantes.

Dios Espíritu Santo, el Espíritu de Dios es un Fuego que deifica. Nuestras almas son de Dios quien las creó de Su Substancia viva y eterna.

La Concepción de MARIA es Divina, Su Cuerpo y Su Alma son divinos. El Espíritu Santo de Dios La invadió con Su Fuego de Amor. Desde Su Concepción, Ella fue, en Su Carne y en Su Alma, SEMEJANTE a la Carne y al Alma de Su Divino Hijo y Dios JESUCRISTO.

En Italia, los análisis de la Sangre de los Iconos PRUEBAN que la Sangre que brota de los ojos de MARIA y la Sangre que sale del Rostro de Cristo son idénticas. El análisis de ADN PRUEBA que esta Sangre es desconocida en el género humano mundial. Conclusión: es de Sangre divina, la misma en el Hijo y en la Madre. Por esto, JESUCRISTO me dice:

 

JESUS: Hija Mía, ve sin temor. Sigue informando a Mi Pueblo. Tú has hablado por Mí (1). Yo Mismo te advertí que nada se hará fácilmente. Mi Santa Verdad es un Fuego Purificador que abrasa por sí mismo, aniquilando el espíritu de rebelión, favoreciendo Mi Conocimiento, Mi Reencuentro con cada alma. Ella es un Fuego que destruye el Orgullo y construye, con la Humildad y la Dulzura de Mi Divino Corazón, en cada hijo que Me ama y que Me adora, Mi Divino Conocimiento.

 

JESUCRISTO,

Rey de Amor, de Justicia y de Paz.

 

 

 

 

 

(1) Nótese bien que JESUS dejó a JNSR exponer sola lo que le vino al espíritu en su Oración intensa y confiante desde la vigilia. Después, el propio Señor le dice: “Tú has hablado por Mí”, seguido de algunas líneas destinadas a los pequeños que todos nosotros somos. Y nada para los eruditos.