¡REZAD, HIJOS MIOS!
*******
18 de agosto de 2005.
JNSR: A comienzos del mes de julio, pasé una
decena de días con la familia en
¡Cuánta agua! ¡Cuánta agua,
escurría alrededor de esa casa provenzal, esa noche! Los olivos bebían hasta la
saciedad. Sin los relámpagos, y para colmo con la falla de la corriente
eléctrica, la noche bien podría haber sido absolutamente oscura; hasta las
estrellas se habían escondido por completo.
En ese momento, recostada en el
cuarto ante las montañas, contemplaba a través del agua que escurría los montes
azul plateado, pensando tristemente que Dios podría haberme olvidado y que tal
vez El ya no me amase. ¡En las vacaciones, yo rezaba menos, no hacía grandes
cosas y seguramente que debía estar disgustando mucho a mi Dios!... Y entonces,
hice esta oración a mi Señor Bienamado:
“Señor, Dios mío, perdonadme, si
Os ofendí,
pero no puedo vivir
sin saber
si
todavía me amáis
y si
no Os olvidasteis de mí.
Dadme una Señal, Señor:
Haced parar inmediatamente esta
tempestad,
esta lluvia
torrencial, este viento violento,
estos relámpagos,
estos truenos”.
¡Maravilla! Todo este estruendo
se detiene inmediatamente y las estrellas reaparecen. No se si estará bien
considerar escéptica a mi familia, en la mañana siguiente, cuando cada uno
decía: “¡Caramba! Pensábamos
que la tempestad no terminaría jamás y, de repente, un silencio increíble, todo
se detuvo como por encanto…”
Yo guardé solo para mí, mi “increíble”
Oración y la sorprendente respuesta que
de ella recibí: Dios me ama, Dios jamás Se ha olvidado de mí, ni en mi
duda, ni en mis faltas.
Yo se que Dios nos ama pequeños,
confiados, sin dudar de Su Amor Infinito. El propio Dios me respondió, para
cada uno de nosotros:
“Yo os amo,
pero ¡REZAD, hijos Míos!”
†
† †