LOS NAUFRAGOS DE ESTE TIEMPO

Y YO OS DIGO: “¡VEN Y SIGUEME”!

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5 de mayo de 2005 -La Ascensión

 

JESUS: Para el Señor, un día es como mil años, mil años son como un día.

            Cuando el Cónclave eligió al Papa Juan Pablo II, el tiempo ya os conducía hacia el Fin de los Tiempos. Con él, Yo quería impregnar a Mi Pueblo con una Alegría que debía asemejarse a una remembranza. Se atraviesa mejor una lluvia torrencial con vestidos gruesos e impermeables que desprovistos de todo cuanto es necesario. Esta prenda de abrigo es el Papa, 264º, Su Santidad Juan Pablo II.

            El es, para vosotros, la Entrada Mesiánica en Jerusalén, la Alegría de la Reunión:

            “Llevaron el burrito a Jesús, le colocaron encima los mantos, Jesús se montó en él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, ramos verdes que habían cortado en los campos. Y tanto los que iban al frente como los que iban detrás gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! Llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y, después de haber examinado todo cuanto Le rodeaba, como ya era tarde, salió para Betania con los doce” (Mc 11, 7-11).

 

            Este Santo, grande Papa, como vuestro Señor, en las vicisitudes de Su Vida terrestre, hizo entrar en el Templo (Mi Iglesia) con gritos de alegría, aclamaciones firmes, a esta delirante multitud que lo seguía.

            La segunda visión que debes guardar en la memoria es ésta:

“y después de haber examinado todo cuanto Le rodeaba…”.

            El Papa Juan Pablo II, tal como su Señor, antes de llegar a la Morada de Dios, examinó todo a su alrededor. Previó muchas cosas para su sucesor y miro en torno a esta Iglesia que aún no ha encontrado su equilibrio, pero debe dejar esa enorme tarea a su sucesor porque,

“era ya tarde y salió para Betania con los doce”.

 

            Su Santidad Juan Pablo II se debía ir para unirse a los Apóstoles del Señor, en la Casa de la Paz, la Jerusalén Celestial, con todos los que le amaban y le esperaban, principalmente su Santa Madre, MARIA y Su Dios de Amor que le ayudaron a abrir, en la Alegría de la Reunión, las Puertas de la Iglesia.

“Abrid la Puerta del Señor, dejad pasar al Redentor”.

 

            La Alegría de la reunión de toda esta multitud delirante ante aquél que representa a JESUS en la Tierra. El Día de Ramos termina con la muerte de Juan Pablo II y, después, es el tiempo del Camino de Cruz. El Señor que todavía sigue consolando a esta multitud ruidosa que ya no tiene alegría. Entre ellos, se encuentra el Pequeño Resto aún incompleto, con miedo, con dolor y verdaderamente decepcionado.

            “Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, llorad antes por vosotras mismas y por vuestros hijos, pues vendrán días en que se dirá: Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron. Han de decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros!, y a las colinas: Cubridnos. Porque si tratan así a la madera verde, ¿qué harán con la seca? (Lc 23, 28-31).

            Con la muerte de Juan Pablo II, el Pueblo de Dios se encuentra sumergido en la pena, en el dolor y la incertidumbre de este nuevo Cónclave. He aquí la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI.

            Sí, ¿por qué lloráis? Pueblo incrédulo, tened Fe. Este Papa que Yo os doy es el Papa de este Tiempo más que incierto, que muda al punto de modificar las estaciones, que desequilibra los elementos y la estructura de la Tierra. En ciertas regiones, vosotros veis el hambre, que avanza como una mujer de luto dejando por tierra los cadáveres de sus hijos y de su esposo; y por otro lado, en ciertos lugares, la sutil imagen de una multitud decepcionada que se aprovecha hasta el derroche de los bienes que la tierra nutricia aún puede producir.

            Pero he aquí que llega la Manada de las Vacas Flacas. ¿Y cuál es entonces el Pueblo que apela a derechos que alguien se encargó de usurpar? ¿Dónde están esos Jefes que no han sabido hacer más que promesas, porque toda esperanza les fue arrebatada? No tienen otra cosa que ofrecer sino palabras y manos vacías, en la medida en que no hacen más que arrojar aire desde los cofres de los Países, que no dejan de arrodillarse delante del Becerro de Oro, sin pensar siquiera en el Creador de todo el Universo. Creador de vuestra Tierra que vosotros mismos habéis empobrecido y secasteis o exprimisteis como las tetas de esas Vacas Flacas que ya no saben donde encontrar la hierba y el agua necesarias, y que se lanzan hacia vosotros, haciéndoos descubrir en ellas mismas vuestra propia imagen: y vosotros no sabéis donde ir, donde encontrar lo que existía y ya no existe, ese pan cotidiano que sólo Dios puede daros. Ya no pronunciáis más esas Palabras de Mi Oración: ¡Padre! El pan nuestro de cada día dánosle hoy”. ¿Qué esperanza podéis tener sin Dios, vuestro Creador, que os creó a Su Imagen, que enterró en vuestra propia tierra lo indispensable para vuestras necesidades y para cada uno de vosotros? Por el contrario, jamás Me agradecisteis como se debería proceder para con vuestro Creador. Y tampoco habéis compartido equitativamente con vuestros hermanos.

            La Tierra se desmorona. Y vosotros mismos veréis entonces, en lugar de los bienes que Yo enterré en vuestras tierras, corrientes de lodo que arrastran consigo la vegetación, las casas y sus ocupantes, sismos devastadores que se encargarán de enterrar en lo más profundo del suelo las riquezas que teníais al alcance de la mano. Veréis el Agua tornarse más rara que el combustible, que os es tan necesario para suavizar el frío de los inviernos y cocinar vuestros alimentos. Es así que todo se agota…

            Cuando tuvieseis necesidad del sol, él se esconderá; y cuando tuvieseis necesidad de frescor, ahí lo tendréis mostrándose lo más fuerte posible. Y entonces diréis: vivíamos en la indiferencia y despreocupación, y estamos ahora en la desesperación, sin que descubráis la causa. Es que Yo Mismo os dejo absolutamente ciegos: no hay peor ciego que aquél que no quiere ver. De hecho, vosotros os mantendréis en vuestro desprecio a Dios, que os dio mucho más que a los Náufragos del Desierto, que comían el Maná que llovía del cielo y bebían el agua de la Roca.

            Moisés no pudo ver sino de lejos la Tierra Prometida. No cometáis el error de poner en duda lo que Yo os digo aquí mismo, en estas líneas. Es que Yo no puedo liberaros, a no ser que creáis en Mí, en Mi Omnipotencia y en Mi Misericordia infinita.

            Yo soy vuestro Dios Vivo, Creador del Cielo y de la Tierra, del Mundo visible e invisible. Las Potencias del Cielo y de la Tierra, Yo Mismo las retengo con Mi Mano. No sigáis siendo incrédulos, no dejéis que las Potencias del Cielo se estremezcan, como ya podéis ver el temblor y agitación de la Tierra. ¿Qué esperáis, para regresar a Mí? Os resta POCO tiempo, y Yo os digo: ¡Ven y sígueMe!

            Por consiguiente, Yo os pido que os unáis a Mi Papa Benedicto XVI, que tengáis Confianza en él. REZAD por él, que Yo Mismo rezaré por todos vosotros. Ciertamente, Yo Mismo le informo de la gravedad de este Tiempo, y él conoce el remedio, el único remedio capaz de salvaros del MAL actual que domina al mundo.

 

Oídle. Uníos a él, en la Oración a Dios,

en la Santa Eucaristía y en el Arrepentimiento Mundial

que se encuentra en el Amor de Mi Cruz. † Amén.