JESUCRISTO, FRANCIA Y EL PAPA

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7 de abril de 2005.

 

 

 

JESUS: El hijo insolente, que se rebela contra su Padre al demoler Su Santa Verdad, se coloca al lado de los blasfemos. El no reconoce más a Aquél que le dio Su Vida. Este país escogido por Dios, es Francia, que rasga el vestido blanco de su Bautismo y comete el perjurio más abominable posible, renegando de la promesa hecha en su Bautismo.

            La Hija primogénita de la Iglesia ya no quiere más tal distinción. Ella misma proclama, alto y a todo sonido, que es laica y que prefiere ser independiente de los conceptos religiosos. Voluntariamente excluye a la Iglesia y todas sus funciones y se coloca al lado de los impíos para no ofenderlos. JESUCRISTO te pregunta, Oh Francia:

            ¿De qué te sirve tu vanidad? Tu elección arrastra a tus hijos lejos de los valores cristianos. Ninguno puede permanecer indiferente, ante Mi pregunta; Yo Mismo la haré a cada uno de los Pueblos: ¿Francia, Me amas? ¿Amas a tu Señor y tu Dios? ¿Acaso no sabes que aquél que no está Conmigo está contra Mí? ¿Qué desearás obtener tú de Mis enemigos? Oraciones, reverencias, promesas. ¿Y no sabrás que todo adulador vive a costa de aquél que le escucha? Como un petirrojo, tu falsa prudencia te lanza a las filas del Enemigo de Dios y de los hombres hasta tu completa destrucción. Tu ley institucional se encargará, por sí sola, de demoler los fundamentos de Mi Iglesia. Mis Obras son criticadas, Mi Ley de Amor es rechazada. Pero Yo Mismo te anuncio una gran novedad: el proyecto de todos Mis hijos fieles.

            Desde los cuatro puntos cardinales, ellos llegan, para reconstruir la Iglesia, nacida de los Sagrados Corazones Unidos de JESUS y de MARIA, lo que además ya fue anunciado por vuestro Papa bienamado. Sí, la Iglesia vencerá. En ella nació tu Fe. ¡Oye a tu Maestro, oh Francia! Yo Mismo te salvaré contra tu propia voluntad, mas tú ya habrás pasado por un verdadero valle de lágrimas.

            RechazándoMe, tú sembraste la subversión y recogerás el odio de los tuyos por todas partes. Saborearás los amargos y raros frutos de tus manzanos. Pisarás tus tierras áridas bajo un viento caliente o frío. Las orillas de tus ríos y las costas de tus mares serán cubiertas por peces muertos. Al ver disminuir tus superficies curvas y en la imposibilidad de reconstruirlas, irás entonces a acordarte de la gran sequía anunciada por tu Dios, fiel a Dozulé. Antes de que termine esta prueba, y cuando hubieses saboreado los frutos resecos de tu suelo infecundo, vendrás, llorando, a pedirMe que aparte de ti la desgracia que afecta a todas las regiones y a aquellos que las habitan.

            Con tu arrepentimiento sincero, Yo Mismo te revelaré tu Perdón. Y tú verás entonces cuantas Naciones arrastraste contigo y que, por tu arrepentimiento, serán reconstruidas contigo…

            La Perfección está en la Ley del Señor. Vuestro Papa os guió siempre juiciosa y santamente. Y, sin que vosotros tengáis de ello la menor duda, un gran número de hijos de Dios, jóvenes y menos jóvenes, irán a encontrarse en la otra orilla, la que está iluminada por el Sol de Dios y en la que se ven los pasos de vuestro Señor JESUCRISTO, que va hacia la Casa del Padre Infinitamente Bueno.

            Aquellos que escogieren seguir a Mi hijo-escogido, vuestro Papa, no quedarán huérfanos, con su partida de la Tierra; él mismo hizo de vosotros militantes que van a combatir por la más noble de las causas: reconstruir la Iglesia de JESUCRISTO, antes de que ella se desmorone por completo, asfixiada por el modernismo que anula y suprime lentamente la Ley del Amor de Dios que es el fundamento de la Iglesia:

            “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo”. Y Yo añado: “Llevarás, Conmigo, tu Cruz, que es también Mi Cruz. Por ella, tú serás salvado. Con ella, triunfarás sobre todos tus enemigos, que también son los Míos. Y, cuando tu veas Mi Cruz de Amor toda iluminada en el cielo (“Yo estoy allí”) cantarás Conmigo, tu Dios que traerá Su Cruz Gloriosa”.

            Veréis a vuestro Salvador que viene a concluir la Obra que vosotros habéis edificado a medias, con la ayuda de Juan Pablo II, que está en el Cielo de Dios.

            Este encuentro con todo el Cielo fue tan rápido como un relámpago. Yo vine a despertar su alma, que se puso a brillar a Mi contacto. Yo Mismo lo elevé, rodeado por Mis Ángeles resplandecientes. Colocado delante de Mi Santa Madre, este Papa, que ha sido el mayor de todos los Papas, que fueron dados a la Tierra, se refugió en los brazos de su Santa Madre, su Mamá del Cielo, que acogió en Su Corazón materno, a este gran Santo, ya canonizado por Aquél que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

            La eterna juventud resplandece en este rostro, que no cesa de contemplar a la Santa Madre de la Ternura. Ve, hija Mía, esa masa de creyentes de todas las razas, que buscan aún la imagen de su bienamado Papa, antes que la tierra la contenga. No busquéis, aquí abajo, a aquél que es, más que nunca, el reflejo de la Misericordia Divina, y que os dice: “El Camino que lleva a Dios es un camino difícil, forzado, rudo, pero único. Como yo, seguidlo. Qué alegría, cuando todos vosotros lo hayáis recorrido. Al final del camino, se encuentran la Paz y la Alegría de nuestro Dios de Misericordia que es todo Amor”.

 

JESUCRISTO.