HE AQUÍ QUE TODO CAE

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14 de marzo de 2005 - Santa Matilde

 

JESUS: Con vuestra indiferencia a Mi respeto, estáis en vías de merecer la última Plaga infligida al Faraón y a su pueblo, en el tiempo de Moisés. Y vosotros no habéis salido entonces de vuestro cautiverio del Mal, que os ordena todos los días que hagáis su voluntad de Dominador.

            Indiferentes a Mi Llamado, vosotros le obedecéis y termináis por seguirle.

            Para salir de sus garras, va a ser necesario golpearos, resistid a la tentación, porque el Tentador os presenta todos los días su lote de promesas y todos sus triunfos de ambición, que no paran de brillar a vuestros ojos, que inmediatamente los codician.

            Pasáis así a ser hijos caprichosos que no saben limitar o seleccionar y que gastan más de lo que sus propios haberes le permiten. Vosotros no resistís y el Maligno, que busca vuestra perdición, os fuerza a serviros hasta de aquello que debería ser reservado sólo para vuestras verdaderas necesidades, como por ejemplo el alimento. Es así para el hombre del pueblo a quien la ambición le lleva a su perdición. Y, peor aún: es así para los hombres de Estado y para las altas clases sociales, por los compromisos tácitos, porque todo parte o desaparece en humo, en compromisos y gastos inútiles. Para restablecer aunque sea una sola situación, ellos destruyen todo un conjunto de esos compromisos. Para ellos, importa tan solo el Orgullo del Poder.

 

¿Dónde está el tiempo de compartir?

¿Dónde habéis dejado el respeto por los demás?

 

            Vosotros lloráis vuestra suerte y no veis a aquél que no come, lleno de hambre, y que apenas se mantiene de pie, gracias al cuenco de sopa dado por los hermanos que colocaron sus pequeñas posesiones en común, para compartir equitativamente, porque se sujetan a comer la misma sopa, con una misma alegría.

            ¿Irán entonces a rebelarse contra una suerte que os parece “natural”? Los sin-dinero son los sin-abrigo. No los busquéis en otro sitio más que n la calle, al frío del invierno. Existen en todas partes, en todas las Naciones que desprecian al débil y al pobre. Y Yo, Yo vuelvo a deciros: felices los pobres de espíritu, esto es, los que no tienen su corazón aferrado a las riquezas, es de ellos el Reino de los Cielos.

Los que hacen las leyes actuales destruyen la Ley de Dios. Se entierran en la podredumbre y destruyen las fundaciones de sus países.

 

Todo fundamento se asienta en Dios.

 

            Y he aquí que todo cae, y una vez más diréis: ¿Dónde está Dios, que no reacciona ante semejante desastre?

            Mas en ese día, no tendréis más que un único gesto por hacer y la verdad es que lo haréis, a pesar de vuestro orgullo desmedido: lloraréis arrodillados, para ver el Cielo abrirse. Contra vuestra propia voluntad, os encontraréis de rodillas, porque será en un inmenso resplandor de fuego, tan azul como el Manto de Mi Santa Madre, en un ruido ensordecedor, porque el resplandor sucederá a la luz, que vendrá la respuesta:

“Yo estoy presente y, contra vuestra propia voluntad, ¡vengo a salvaros!”

            Y vosotros ya no oiréis los gritos de desesperación, ante la Tierra que canta Mi Gloria, y el Cielo, que desciende, a unirse a los hijos de Dios.

 

Es la Victoria del Bien contra el Mal.

 

            En efecto, los hijos pródigos regresan a la Casa del Padre. El Padre los viene a encontrar y a darles la parte se Sus bienes. De hecho, cada País recibirá la misma parte. Amén.

            Vosotros debéis prepara ya este Tiempo, porque todo trabaja para haceros entrar en Mi Tiempo.

            El Cielo y la Tierra están llenos de Mi Gloria, porque he aquí

la Nueva Tierra y los Nuevos Cielos.

Palabra del Señor.