ES MI CONSAGRACIÓN
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2 de marzo de 2005.
JESUS: Quien Me ve, ve a Mi Padre. Quien ve a vuestro Papa
actualmente en su Amor y en su Fe profunda en Mi Santa Iglesia, Me ve en Mi
Dolor y en el Sufrimiento secreto de Mi Santa Cruz.
Mi Sufrimiento es universal.
Hoy, todo el Mundo se vuelve a encontrar en el
Gólgota.
Es el gran Silencio. Es la hora en la que
el velo se va a rasgar. Es la hora en la que la tierra ya no puede beber la
sangre de Mis Mártires: sangre de todas las víctimas inocentes que han llenado
el cáliz del Mundo entero desde su origen. La oblación se va a concluir.
El canto de los Ángeles acompaña, ya,
¡SILENCIO! Dios viene
a unir Su Sangre a la de todas las víctimas, inocentes o arrepentidas, desde
No busquéis imitarMe, he sido Yo quien os
escogí. Venid y seguidMe. En Mi Santa Cruz, Mi Divino Cuerpo se rasgaba: Ya Me
compartía para cada uno de vosotros. Sí, Yo
os amé hasta la muerte. ¿Estaréis también vosotros listos para amaros así?
Vosotros a quien Yo Mismo entregué a Mi Santa Madre (“Mujer, he ahí Tu hijo”). Al mirar a Juan, Yo vi a todos Mis
Sacerdotes fieles y, en ellos, a todos los miembros de Mi Santa Iglesia. ¡Vosotros estabais ahí, todos!
En breve, cada uno comprenderá que no hay sino
un solo Dios, Único y verdadero y que El os ama con todo Su Corazón. Mi mirada
se unió a la de Mi Santa Madre que, al mirarMe, veía al Padre recibir
OH MARIA concebida sin
pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
Sólo Ella os puede dar
a luz, a Semejanza de Su Adorable Hijo, porque Ella es Hija de Dios Padre,
Madre de Dios Hijo, Esposa del Divino Espíritu Santo.
Sí, oíd Mi Voz que,
delante de vuestra propia Cruz, os grita:
“Hijo, he aquí tu Madre, que viene a ti para darte Mi Vida, a fin de
que te parezcas a Mí y vivas para siempre en Mi Eternidad junto al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo y con MARIA, Mi Santa Madre,
Yo soy tu Dios, el Eterno. Amén
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