¿Habéis comprendido ahora?
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18 de
Agosto del 2004 - Santa Elena
"J.N.S.R.”: “¡Oh Dios mío! Que vuestra Santa Voluntad se haga en la Tierra como en el Cielo!”.
JESUS: “Vosotros no habéis comprendido
cuánto os amo. Habéis despreciado la mano que os he tendido con tanta
frecuencia. Habéis despreciado la Cruz por la cual Me anunciaba y Me anuncio
todavía hoy para venir hasta vosotros en toda Mi Gloria. Esta Cruz está
adornada de Mi Luz y del Fuego del Espíritu, y os es presentada por el Padre de
toda Bondad. Al rechazarla, vosotros Me habéis rechazado a Mí. Yo venía a
salvaros de las trampas ya tendidas por el Enemigo común de Dios y de los
hombres. Haciéndola muda, le habéis retirado toda la profecía de que era
portadora, porque la Cruz Gloriosa, es JESUS
Resucitado.
Vosotros
no habéis comprendido, pueblos insumisos, cuánto os amo. Habéis vuelto la espalda a vuestro Creador, instituyendo
vuestras propias leyes con todas sus consecuencias que os conducen a vuestra
perdición. Actualmente mirad estas tierras enrojecidas por la sangre de
vuestros hijos, tierras más rojas que las aguas del Nilo al tiempo del Faraón.
Mirad estas guerras fratricidas: cada una está adornada de la bandera de cada
región que brota en el árbol de raíces del Odio. Sabed que Yo soy Dios, Amor y
compasión.
Vosotros no habéis comprendido
que estáis ya en el Tiempo del Fin. El fin de los Tiempos. Cuando Yo os decía:
«Vosotros vivís el Tiempo en que cada acontecimiento es el Signo de la Palabra
escrita. Yo deseo que el Mundo entero conozca el Mensaje de Dozulé (1972 a
1978). Los Sacerdotes deben hablar abiertamente y sin temor porque nada debe
quedar oculto de lo que debe ser descubierto».
¡Y vosotros no lo habéis
hecho! Habéis
preferido destruir vosotros mismos la tela donde Dios inscribe Sus profecías;
vuestra voluntad de hombre ha rechazado la Voluntad de Dios. En verdad, Yo os
digo: el cielo y la tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán. No habrá más
Signos que el Signo de Dios Mismo, como os lo he
anunciado en Dozulé. Porque vosotros rechazáis todo lo que Dios os da para
salvaros.
Y he aquí la gran Tribulación que, tal como una oleada desencadenante, va
rodando por todas las Naciones, unas después de otras, masacrando por el agua,
el fuego de la Tierra y el fuego de las armas, las poblaciones inocentes debilitadas ya por el hambre y la enfermedad.
Cadena interminable que se arrastra por los caminos desiertos del Exodo, en
busca de una paz ficticia de alimento y de agua. Estos pueblos, sin interés para la sociedad, no existen ya más en el
pensamiento de los países ricos que arrojan en las piedras del camino, la
superproducción de la cosecha de sus frutos y verduras. Pronto, vuestros
árboles no se doblarán más bajo el peso de sus frutos. Acordaros del Maná
en el Desierto: no fue ofrecido a Mi Pueblo nómada sino con el fin de
partición, no tomar cada día sino lo necesario.
El cambio universal anunciado está muy
próximo; ¿os encontraréis como vuestro Dios que acabáis de rechazar? Orad para
que ninguno de vosotros se vea confundido delante del Tribunal del Mundo,
Tribunal que Me ha acusado de mentiroso y de blasfemo. ¡El Enemigo está muy
próximo ahora, pero qué teméis, puesto que Yo estoy aquí!
Vosotros rechazáis Mi Santa Voluntad, pretextando que tenéis todo el
saber para reaccionar ante vuestras
leyes más y más inhumanas, porque son perversas y torcidas; son la podredumbre
de este Mundo que les provee para hacer vuestros cuerpos y vuestras almas más
negros que el hollín.
Por qué tratáis de satisfacer vuestros deseos en esta mezcla donde se
encuentran el pecado de la carne con el del orgullo. En vuestras
representaciones malsanas, vosotros habéis descendido tan bajo que los
habitantes de Sodoma y Gomorra no son sino pequeñas imágenes al lado de la
magnitud de vuestros cuadros repugnantes.
Generación malvada e hipócrita, que habéis despertado el fuego criminal y
hecho salir los ríos de su lecho, secar las fuentes de agua pura y quemar los
bosques y las tierras para luego ahogarlas, a causa de vuestro Pecado de
Orgullo y de desobediencia, vosotros habéis creado el Horror contra Dios que
esperaba el Maestro del Mal. He aquí
este cortejo de hambrientos y sin abrigo: su éxodo llega de todas partes,
buscando el reparto de los Bienes de Dios bajo el fuego que les
persigue. ¡Y al matar a vuestros hermanos, es a Dios a quien
vosotros esperáis ver muerto! Pero el Amor no muere: Dios es el Viviente y Su
Justicia es inminente para los que, después de haber golpeado, creen poder
escapar de Mi Ley.
He aquí que ellos se verán, en este mundo de lodo, de piedras y de
cadáveres que los arrastrará hacia su fin, acabando lo que ellos han comenzado.
Entonces aparecerá Mi Reino de Paz con
Mis hijos–escogidos, Mi Pequeño Resto, los Benditos de Mi Padre, los que no
Me han decepcionado jamás. Pero antes
que reine la Civilización del Amor en toda la Tierra, resplandeciente como la
Gloria de Dios en Mi Cielo, vosotros atravesaréis el desierto caótico, donde
reinará por un Tiempo, el que hará resonar su nombre maldito de un extremo al
otro de la Tierra. El Enemigo de Dios y de la Creación de Dios lo oculta
todavía, pero el orgullo le proyectará pronto en la Tierra de los hombres.
Dios Se calla. Es el Silencio, como el que reinó sobre la Cruz de Su
Cristo. Solo Mis últimas Palabras, dirigidas a Mi Padre (Lc 22, 46): «¡Padre!
En Tus manos encomiendo Mi Espíritu», rompieron ese gran Silencio y fue Mi
Santa Muerte en Mi Cruz de Amor.
El Silencio del Padre, en estos días de grande Desolación, será roto cuando
el reino del Mal se termine por la Victoria de La que, desde toda la Eternidad,
fue escogida para la Santa Gloria del Padre, y ése será el Triunfo de María, el
fin del reino del Mal.
¡Iglesia! Oh Mi Iglesia, sé
prudente en tu discernimiento. Después de haber rechazado Mi Cruz Gloriosa y su
auxilio, no rechaces la Gloria del Padre que se encuentra en el nombre de Mi
Santa Madre. Pon tu mirada en su adorable Asunción; ninguna carne humana puede
penetrar en Mi Cielo de Gloria; excepto el del Hijo, ningún cuerpo puede penetrar
en él hasta la llegada de la Bienaventurada Virgen MARIA, que fue recibida por
la Santísima Trinidad. Ella, que dio su Carne a Cristo, penetró con su Alma y
su Cuerpo Glorioso al Reino de su Dios y Padre... Y si su Cuerpo es Glorioso, es que se asemeja al Cuerpo de su Divino
Hijo y que por la Gracia de Dios, el Nacimiento de Mi Santísima Madre fue
divino.
Ella es la Divina Inmaculada
Concepción.
Habéis comprendido que Dios os da a Su Santa Madre para
salvaros.
Amén”.
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