¿Cuándo
volveré Yo?
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30 de Abril del 2004
“J.N.S.R.”: “Señor, ¿cómo definir Tu Retorno? ¿Está próximo? Ha habido ya tantas luchas
solapadas, guerras, enfermedades, muertes y sobre todo estos hombres que
martirizan a los niños y los asesinan. ¿Cuándo se detendrá esto? ¿Será
solamente a Tu Retorno? ¡Ven, Señor JESUS!”.
JESUS: “Mi
Santo Corazón te oye, como Yo oigo el lamento de todos los oprimidos y sus
súplicas. Pero Yo no oigo Mi Santo Nombre: si él no se mezcla a veces a los
llantos de la multitud, él no se emplea siempre con Amor.
Debería Yo decir a cada
uno: «¿Me amas tú? ¿Me amas verdaderamente?». Hija mía, es difícil hacer oír razón a un
respondón: él idolatra su pensamiento y lo muestra como un trofeo; él ha
encontrado todo. Las deducciones que él se inventa lo llevan a su sola razón...
Yo no he nacido en la lógica puesto que he venido para vivir, enseñaros la
verdadera Vida en Dios, daros Mi Amor y morir en la Cruz después de haber tomado en Mi
Alma, en Mi Cuerpo, en Mi Espíritu
los sufrimientos del alma, del cuerpo y del espíritu de todos los hombres, sí
de toda la humanidad pasada, presente y futura, a fin de que la Redención del
Mundo culpable se realice por Mi Pasión. El Redentor debía hacer pasar toda la
Herencia del Padre, perdida en el curso de los siglos, en Su propia Muerte. Así
vosotros heredáis todos los Bienes de Nuestro Padre porque no se puede heredar
sino de la parte de un difunto.
Al morir, cada uno de vosotros llega a ser, con el mismo título que el Hijo
Unico de Dios el Padre, el Viviente, el
Hijo rico, el Hijo del Rey que puede tomar en toda la riqueza obras divinas
y esto para la eternidad. ¿Cuáles son
las piezas de este Tesoro?
Primero la Paz, después la
Alegría de pertenecer por la eternidad a la Familia de Dios, hacerse miembro de
la Familia Santísima del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y de MARIA,
vuestra Dulce Mamá; hermanos de todos los hermanos de Dios, de esta multitud
que no puede ya contarse; y cada uno tiene para él solo una riqueza de
Conocimiento y de Amor porque Nuestro Padre os colma de todas Sus Dulzuras.
La Sonrisa de Dios está en todas partes. El Amor no tiene fronteras. El voga de corazón en corazón, se intercambia y se multiplica. ¿Qué más tratáis
vosotros de saber sobre vuestra Tierra? ¡Podéis ya hacer descender el Cielo a
la Tierra! Renovar vuestro mundo desviado haciéndoos mejores, perfectos y
generosos.
Comprenderéis al fin vosotros que, de aquí abajo pueden ya construirse los
diques contra el Mal: las Fortalezas
de Humildad para afrontar la torre de Orgullo. ¿Cómo hacer venir al Bueno?
¿Inventando, dispersándoos, llorando, gritando? ¡NO! Reflexionad: Yo estoy a
vuestro lado, Yo os hablo, vosotros Me ignoráis y, si oís a un hermano, una
hermana, hablaros de Mí, vosotros lo rechazáis. ¿Por qué?
¿Vosotros no sois todavía accesibles al Amor y pensáis que no puede ya
haber Amor para vosotros, que todo está roto y destruido? NO. Reflexionad. Con
raíces nuevas vosotros debéis plantar el
fruto de vuestras complacencias.
No habrá más divisiones. El Reparto, hacedlo equitativamente tanto para
vosotros como para el otro. Si hay poco, compartid lo poco; Yo vendré a llenar
la mesa que no tiene sino lo que vosotros poseéis, no la escondáis para otro
día; a cada día basta su trabajo y, si tú oyes a un hermano llorar en la
habitación vecina acércate en la punta de los pies, respeta su dolor y pídele
compartir igualmente esta pena contigo como tú sabes ya compartir tu alimento.
Este
odio debe desaparecer.
Hace falta la igualdad en todo, el respeto en cada uno, el Amor en todos
los corazones. Si tú duermes, cuida
también de tu persona: tu alma, guárdala pura, tú no sabes cuándo vendré Yo a
buscarte para conducirte al Padre que te espera en el umbral de Su Casa. Esta sortija, tú la has merecido,
entonces tiende tu mano para recibir el Anillo del Padre; tus sandalias,
retíralas porque nada manchado puede penetrar en la Casa del Padre de toda
Bondad.
El Festín, soy Yo. Tú Me has gustado ya en la Eucaristía; entonces, junto al Padre,
cierra tus ojos y tócame: Yo estoy en todas partes, en todo tu ser que se ha
hecho Luz. Yo soy la Luz del Mundo. Conmigo, nada de tinieblas, entonces abre
los ojos: Yo estoy en ti y Yo te amo.
Tú tratas de saber cuándo vendré. Tú
comprenderás que este instante no será largo, Yo te lo he explicado ya. Porque
mi lugar está junto al Padre, a Su derecha.
Yo no puedo decir que vengo, porque
estoy ya con vosotros. Pero este instante marcará el fin de este tiempo, de
esta aventura fracasada. Porque vosotros habéis nacido para vivir con Dios, pero desde Adán y la Falta Original, habéis
decidido proseguir esta dolorosa Desobediencia y hacer de vuestro cuerpo Sodoma
y Gomorra sin parada. Vosotros enseñáis igualmente a vuestros hijos cómo
proseguir estas costumbres de decadencia.
Hace falta reeducaros y Yo no cuento con la mentalidad de los hombres de
hoy.
Entonces Yo te digo: cuando veis aparecer el sol, decís: he aquí el día. El día que triunfará de esta noche
profunda, es vuestro Dios de Amor y de Justicia a fin de que toda esta opacidad
desaparezca y aparezca Mi Día.
¿Cuándo? Pronto estaréis allí. Pero temedlo, este Día será terrible, porque habéis agotado todo vuestro
odio: a golpe de soplo, llamaréis al Soplo Vivo, Yo con Mi vida. Sí, la Vida inmortal, la Vida en Dios, Regalo del Dulce JESUS crucificado.
Porque vosotros crucificáis a vuestros hermanos y es a Mí a quien infligís
los dolores de su Cruz. Por eso os rescataréis de lo que no habéis hecho al
ayudar al desdichado que gime en los caminos del mundo mirando Mis Cruces de
Amor por millares: ellas son los brazos que se elevan a Dios para pedir al
Padre de Amor Piedad y Misericordia por todas vuestras faltas. Estas Cruces, ¿habéis hecho bastantes? Y si
vosotros las rompéis, Yo elevaré todavía más”.
MARIA: “Tú dirás a mi Hijo:
«Dulce Jesús Crucificado, Perdón para todas nuestras faltas pasadas,
presentes y futuras. Perdón para todo nuestro egoísmo. Perdón para todos
nuestros hermanos»”.
JESUS: “Tú
dirás a Mi Madre:
«Madre de la Esperanza, Virgen Misericordiosa, Madre del
Emmanuel, Jesús no debe ya llorar. Virgen de los Angeles, ayúdanos a consolarlo
mejor haciéndonos mejores, perfectos y generosos.
Madre del Divino Amor, Madre Querida, ámanos en el
Corazón de Tu Divino Jesús. Amén».
Amaos los unos a los otros como Yo os amo.
JESUS, Hijo de Dios y Dios El mismo
en la
Santísima Trinidad.
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“J.N.S.R.”: “Estas dos Oraciones las digo yo al ir y volver de la Santa Comunión”.