¿Quién es Mel Gibson?

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Pascua, 11 de Abril del 2004

 

 

“J.N.S.R.”: “¡Ven, Señor JESUS, nosotros Te esperamos!”.

 

JESUS: “Hija mía, Yo sé que tú has visto el film de Mi Pasión que sale actualmente en las pantallas del cine de tu ciudad. Me dices que tú has estado como impedida de gritar muy fuertemente tu dolor al verme en esta terrible agonía; y sin embargo, en este film, han sido retirados muchos actos salvajes  que sucedieron en Mi Pasión, tal como se cumplió en verdad.

Corrían lágrimas en tus mejillas, pero tu alma estaba junto a Mí. Yo tengo mucha necesidad de que vosotros os incorporéis a Mí en Mi Sufrimiento como el mismo actor se reproduce por la imagen centenares de veces, en todas las salas que aceptan verme a través de él. Es como una Santa Misa que penetra en vuestro corazón, que la vivís intensamente conmigo. Este film os invita a ser vosotros mismos actores. Sí, Yo tengo necesidad de vuestra ofrenda de Amor.

Yo os veo ahí como os vi durante Mi Agonía en el Huerto de los Olivos.

Yo bendigo la obra del productor como la del actor. Bendigo igualmente a los que miran este film con respeto.

Después de casi 2000 años se oyen estos alaridos: «¡Crucifícale!». «¡Crucifícale! ¡Así, muerto no se oirá más hablar de El!».

Hoy día todo se repite: «¡Quita este film de nuestra vista, quítalo de nuestras pantallas!». ¿Por qué? Yo sería «la violencia» que puede desencadenar el odio en vuestras ciudades ya muertas a la vida. Siempre este Tribunal que se asienta en la cima de Mi Iglesia....

El Consejo de los Ancianos del Pueblo, Sacerdotes y Escribas, que Me arrastran a su Sanedrín delante de Caifás, el Gran Sacerdote, y su suegro Anás, sí, ellos confirmaron que hay interés en que un solo hombre muera por el Pueblo.

Así, no pudiendo todavía herirme a Mí, algunos atacan a Mi Cruz hoy día. ¡No temas nada! Ellos no tocarán a Mis hijos benditos. Yo continuaré hablando a través de vosotros: vuestros corazones a Mi escucha serán Mis receptores. No tengáis ningún temor en repetir lo que Yo os anuncio para estos Tiempos. Yo estoy aquí, estoy con vosotros hasta el fin de este Tiempo para conduciros a Mi Tiempo que no acaba. Venid los benditos de Mi Padre.

Yo estoy, aquí. Yo, el inocente, representando a todos los mártires de vuestro tiempo. Y vosotros, los blasfemos de esta sociedad que acusa todavía a los débiles, los aprisiona y da libertad a los traidores que continúan robando a los pobres y violando a los inocentes, miradme: encadenado, desfigurado, el Cordero que sube todavía al matadero bajo los golpes de los azotes repetidos sobre todo Mi Cuerpo hecho Sangre, recubierto de escupitajos, de sudor mezclado a la tierra y a las piedras del camino sobre el cual la fuerza de los golpes Me hacían caer, sí, soy Yo a quien se acusa de desencadenar la violencia. ¡Yo que vengo a traeros Mi Paz!

Yo he dejado desgarrar Mi Carne que caía a pedazos. Yo quería levantarme en cada caída cuando Mi Cruz caía con todo su peso sobre Mi pobre Cuerpo. Sí, Yo deseaba ardientemente cumplir, hasta el fin de mis fuerzas humanas, el Acto sublime.

Yo rogaba a Mi Padre, pero todo era silencio en los Cielos; y el Cordero ni siquiera exhalaba un balido. Todo era Don de Dios para esta humanidad enferma. A través de mis estremecimientos que impedían mi visión porque mis párpados sanguinolentos se cerraban, Yo veía con el pensamiento el Gólgota, y las Espinas de Mi Corona no lograban hacerme olvidar que ahí debía erigirse Mi segunda Cuna de Amor: Mi Santa Cruz donde el Hombre de dolores debía recostarse para morir a fin de curar a todos Sus hermanos de la Muerte eterna.

Por vosotros, Yo avanzaba transformando Mi Dolor en un apaciguamiento santo. Yo Me decía estas palabras: «¡Mamá, Mamá, Mamá, tú sabes cuán huraños son ellos, despreciables, rebeldes, maldicientes!». Y luego, a través de todos estos verdaderos violentos, Yo veía el dulce y adorable rostro doloroso de Mi Santa Madre que Me miraba. Dándome su Fuerza, Ella que se moría en Sus Estigmas invisibles, delante de Su Hijo, Su Dios; Ella que debía callarse y aceptar la Sentencia del Padre y la Resignación de Su Hijo y la suya. Porque El Solo, JESUS, Su JESUS, era el Redentor.

Ella sabía bien que, por la salvación de todos los hijos del Padre, Su Hijo Unico debía ser sacrificado: El, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, podía reparar la OFENSA hecha a Su Majestad, y abrir las puertas cerradas del Reino Eterno de Gloria. Así, el Arrepentimiento llegaba a ser Perdón para cada hijo amado del Padre y perdonado a causa de Mi Cruz.

Mamá, Mamá, tú Sola tenías este pesado Secreto en tu Corazón. ¡Tú Hijo querido ha sido concebido en tu seno virginal por el Espíritu Santo que ha hecho en ti tantas Maravillas! El ha realizado la Obra Perfecta que deseaba el Padre para Su Hijo.

Al igual de Mi Padre que es Dios, Yo SOY por Su Santa Gracia, y Yo no podía nacer sino de una Madre que pertenece exclusiva y primordialmente a Dios: Ella es la Divina Inmaculada Concepción, aceptada desde todo tiempo por la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Mamá, siempre tú has dicho SI: «Yo reboso de Alegría en Dios mi Salvador». Tu Magníficat. Mamá, Mamá, ¿dónde están los violentos? Son los que matan a sus hermanos, porque todo hijo pertenece a Dios.

Por qué habría dicho Yo a los Judíos que querían lapidarme (Jn 10, 22–42): «Está escrito en vuestra Ley: ¡Dios dice vosotros sois dioses!». Dios quiere hacer de los que creen en El DIOSES.

Es que, por vosotros todos que queréis lapidar el escrito que Yo doy a Mi hija, ¿podéis afirmar que Mi Santa Madre no podía formar parte de los que creían y adoraban a Dios? Ella es la Hija de Dios, concebida del Espíritu Santo.

Yo os confirmo aquí que MARIA, Mi Madre y la vuestra, Ella sola puede daros a luz para renacer de lo Alto por el Agua y el Espíritu. Como Ella sola destruirá, con el Espíritu Santo que vive en Ella, al espíritu del Mal.

Sí, vosotros seréis los hijos de Dios, viviendo en la Tierra Nueva y los Cielos Nuevos. Vosotros lo decís ya: Padre Nuestro que estás en los Cielos, que venga Tu Reino y que se cumpla Tu Voluntad Santísima.

† Amén”.